Sábado en la mañana. Tengo anotados los números de los colectivos que sirven y las calles, pero igual me paso de largo mirando por la ventana, y camino de vuelta como 10 cuadras por la calle principal del Cerro La Cruz. La Cruz me recuerda a Valparaíso, con casas encaramadas al cerro y vista al puerto. Es el II Encuentro Macro Zonal de Organizaciones Culturales Comunitarias organizado por el Ministerio y Carla me invita a participar. El encuentro ocurre en un galpón de circo, proyecto gestionado por la agrupación Jiwasanaka Circo, espacio que ha tomado años recuperar y donde funciona una escuela popular de circo.
Mientras hacemos una actividad de danza y voy conociendo a los participantes, dirigentes de juntas vecinales, ONGs, fundaciones, espacios comunitarios, todo tipo de gente. Me presento entremedio del baile y el coffee break. Los objetivos de las organizaciones comunitarias en general son bastante concretos (difundir la cultura afrodescendiente, educar sobre VIH, integrar a adultos mayores, promover la educación intercultural, incluir a los jóvenes, etc.) y pienso que debería elaborar una forma más corta de explicar cómo las residencias de Arte Colaborativo de Red Cultura, son proyectos abiertos, centrados en el proceso, que involucran a diferentes grupos de gente y pueden ir transformándose con las necesidades de la comunidad- todo esto mediante el arte. ¿ Y cómo? Preguntan varios interlocutores – excelente pregunta- respondo. Maxi es el maestro de ceremonias y anuncia el programa como si nos estuviera invitando a unas vacaciones en el caribe. Su amigo disjockea mientras tomamos el café.
Estamos todos hipnotizados mientras Adrián nos cuenta sobre el circo social. Durante una década él y su compañía han trabajado en poblaciones marginales haciendo escuela de circo, con un enfoque a la capacitación y autogestión. Nos habla de los conceptos detrás del proyecto: generar espacios seguros, canalizar la necesidad de colectivizarse, hacer política comunitaria. Uno de los problemas que más resuena es cómo incluir a la comunidad en la gestación de los proyectos artísticos. En este caso, ya el hecho de abrir un espacio que antes no existía genera una serie de reacciones que pueden mejorar el entorno de los jóvenes.
La señora Marta Salgado saca aplausos efusivos. En su presentación nos ha contado cómo la comunidad afrodescendiente de la región de Arica y Tarapacá ha trabajado para lograr el reconocimiento como Pueblo Tribal mediante una nueva ley. La comunidad afrodescendiente es una de las más antiguas de este territorio y fue invisibilizada por un largo tiempo. La organización Oro Negro, así como otras se dedican no sólo a promover la cultura afrodescendiente y la historia de la esclavitud en Chile, sino también a un enorme trabajo político. Me emociono cuando la escucho hablar sobre la necesidad de re-escribir nuestra historia desde los relatos orales y la memoria.
Después de un monumental almuerzo realizado por la junta de vecinos, nos trasladamos con dificultad de vuelta al galpón. Todos quieren hablar y el programa está atrasado. El primer encuentro se hizo en junio, y todos tienen cosas que contar. La jornada de la tarde consiste en mesas de trabajo y nos desperdigamos en grupos más pequeños para discutir objetivos y acciones comunes. Más que nada escucho a los demás, y tomo nota de los contactos e ideas comunes al proyecto para Nueva Esperanza. Cuando me piden que aporte a la discusión hablo sobre la capacidad del arte no sólo de proporcionar espacios de protección a la comunidad, sino también de gatillar procesos de reflexión, crítica, disenso; pienso que falta una conversación más profunda sobre lo que pasa después de conseguir la participación, en el ejercicio de las micropolítcas y el diálogo, de cómo podemos desde las colaboraciones artísticas propiciar esto. Surgen más comentarios al respecto y pasamos a presentar al plenario. Se nos acaba la tarde y terminamos con una dinámica de malabarismo para reconectarnos con el cuerpo. Queda la tarea más larga: llevar a cabo las acciones propuestas en común.
Me voy de vuelta con nuevas ideas y posibles colaboraciones. Estoy recién conociendo y me pregunto hasta qué punto la red puede funcionar a futuro sin la gestión del Ministerio. Sin duda este es uno de los mayores desafíos de la residencia: dejar el proyecto abierto y pensar en lo que pasa después.