BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Contra la amnesia del rigor Tortel , Aysén - 2017 Residente: Francisca Alsúa
Publicado: 8 de noviembre de 2017
Actividades extracurriculares

Desde el principio de la residencia estoy participando en el comité medioambiental. La basura es un tema ENORME acá en Tortel  -estamos hablando de un pueblo que actualmente deja sus residuos en un vertedero que rebalsa hacia el fiordo-, tanto por el manejo de los residuos, como por el nivel, o mejor dicho la falta de limpieza en pasarelas y alrededores. El principal objetivo del comité ambiental es crear puntos limpios y educar a la comunidad para que una cantidad bastante menor de residuos –pero por algo se parte- puedan ir separados en una barcaza hacia una empresa que los trata en Puerto Natales.

Esto no tiene nada que ver con la residencia, pero la verdad, es algo en lo que yo participaría en cualquier parte. Y es que es importante entender que cuando una hace una residencia, es verdad que eres 100% artista, 24 horas al día, 7 días a la semana. Eres más que tú. Una adquiere una persona. Pero no por eso voy a dejar de participar en las instancias que yo, como ser humano y parte de una sociedad creo que son importantes y puedo ser un aporte.

Dentro de este contexto, me voluntaricé para hacer un taller de reutilización de residuos en la escuela, lo que derivó en un stand para la feria de ciencias, que además, gracias al embalamiento de Alex, el profe de ciencias, terminó convirtiéndose en feria escolar. Que por lo demás le lleva relatos que los niños –en una actividad que los profes desprendieron de la residencia- han ido recopilando de sus abuelos. Cuando me enteré que estaban haciendo esto por iniciativa propia, casi me caigo de poto, me emocioné hasta el alma y los profes se ganaron mi amor eterno.

Bueno, el tema es que entre taller, feria, y sacar fotos en actividades de la teletón, se me ha pasado la semana. Y siento un poco de nervio de que quizás debería estar siendo más eficiente / cuidadosa / trabajólica con mis tiempos, porque en realidad no me queda mucho. Pero por otra parte, veo que las cápsulas van súper bien. Están siendo bien recibidas, y en ese sentido, el proyecto va avanzando casi solito (de hecho tengo una lista de señoras para grabar a petición del público), me doy cuenta que son estas mismas actividades extracurriculares las que en el fondo me validan frente al pueblo. No soy un robot más que viene a hacer una pega, ejecuta y se va. Soy cada vez más una parte de la comunidad, y sin quererlo, eso mismo retroalimenta y valida el proyecto, también me valida a mí. ¿Cómo voy a querer hacer un proyecto colaborativo con la comunidad si yo no estoy dispuesta a colaborar en otras cosas también? En el fondo, se humanizan y equiparan los vínculos, y eso era lo que quería desde el principio. Pero también me estoy dando cuenta del enorme regalo que es que me consideren como parte del paisaje.

Yo he vivido siempre en ciudades grandes, y ahí poco importa lo que una haga. Acá es lo opuesto. A todos les importa lo que una hace. En parte porque pueblo chico, infierno grande. Pero también porque en una comunidad tan chiquitita, cualquier aporte se siente, importa. Siempre había vivido en lugares en los que ser invisible era la condición predeterminada. Cuando recién llegué me incomodaba que acá fuese lo opuesto. Pero ahora veo la otra cara de la moneda. Acá no sólo te notas, puedes ocupar esa notoriedad para contar, para tener un efecto, ser un aporte. Así que eso. Mi ‘eficiencia laboral’ sigue bajando, pero creo que paradójicamente, el tener la capacidad de soltar un poco el proyecto y dedicarme a ser persona es lo que lo está validando. Y de yapa, a mí me tiene completamente feliz, así que, para qué estresarse…

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