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Residencia: Tiempos, espacios y subjetividad en La Quebrada de Marchigüe Marchigüe, O'Higgins - 2016 Residente: Josefa Ruiz
Publicado: 11 de noviembre de 2016
Cáhuil

Los estudiantes estaban alegres con el viaje a Cáhuil.  Esta salida pedagógica fue organizada en conjunto con los profesores de la escuela de La Quebrada, Juan Carlos y Noemí, y los muchachos Servicio País, Javiera, Nico y Belén.  El objetivo era conocer a esta tradición que data desde tiempos prehispánicos en la obtención de sal marina, los salineros, (cooperativa campesina de salineros de Cáhuil, Barrancas y La Villa) [1] que fue declarada tesoro humano vivo en el año 2011.

Dos furgones blancos, dispuestos por la municipalidad, sirvieron de transporte para recorrer unos 60 kms, desde la Quebrada de Marchigüe hacia nuestro salado destino. Alrededor de las 9.30 am partimos, levantando el polvo, por los caminos de tierra interiores, hasta  Alcones.

Era un viernes de sol y cielo despejado.

El recorrido en carretera fue seguro y tranquilo. Los salineros aparecían a nuestra vista, después de más de una hora.

Los diferentes tonos de color azul, verde y tierra, predominaban en los enormes cuadrantes de agua salada, secándose.

Por caminos estrechos que dividían los embalses, caminábamos todos  en fila india, atónitos y vitales, mirando y sintiendo el ambiente salino. Los estudiantes inquietos y saltarines, comentaban de los detalles de este nuevo universo.

Juan, el maestro salinero, nos congregó en una pequeña caseta de madera, donde la memoria del lugar, en fotos, documentos y voces, es preservada. La sabiduría del oficio familiar, las bondades de la sal, el bregar de obreros salineros, fue escuchada, con un respetuoso silencio. Los niños y adultos presentes, preguntaron y aprendieron.

Juan agradeció la visita y moviéndose pausadamente, envuelto en su delantal blanco, nos invitaba a probar la gruesa sal de mar.

Agradecimos a los salineros y nos retiramos lentamente, en los furgones blancos. Los niños más tranquilos, que antes de llegar, se despidieron tiernamente.

Después del almuerzo, la parada siguiente y final del recorrido, era Pichilemu. Llegamos cerca de las 2.30 pm y nos ubicamos en círculos y sentados sobre el césped de la plaza principal.

Hicimos un ejercicio de dibujo de paisaje en vivo. Cada estudiante con su croquera, recreó con lápiz grafito, la vista panorámica, del mar de olas, los surfistas y las personas flaquitas , vistas a la distancia. Al final del ejercicio, les enseñamos cómo guardar el lápiz en el espiral de la croquera. La próxima sorpresa era helados de chocolate con más chocolate, para cada uno.

Antes de irnos, bajamos todos, a tocar con los pies descalzos la arena caliente y obscura de Pichilemu.

Después, y en forma de baile infantil, los niños saltaban y se mojaban, con la espuma del mar frío que llegaba tranquilamente a la orilla.

Los niños y las gaviotas, estaban alegres. El aire marino, nos hizo bien a todos. A las 5.00 pm, iniciamos el regreso a Marchigüe. El esperado viaje a Cáhuil , quedó para siempre.

[1] https://vimeo.com/38458244 Documental realizado por Sebastián Moreno.

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