Habiendo elegido ya las opciones a realizar en conjunto con la comunidad “sólo” nos quedaba levantar el monumento. Ese día en la sede de la Junta de Vecinos el tema de la construcción se tornó un poco caótico. Aparte de las exigencias que ya implicaban realizar el monumento (o en su defecto dos, porque escogieron dos opciones) se sumaron unas cuantas peticiones por parte de la comunidad que intentaron sumarse a las labores de trabajo. Nivelar el suelo, luminaria pública, compromiso de manutención, etc. Cosas que de pronto sumaron peso a nuestros hombros. En pedir no hay engaño, dicen. Como de pronto nos vimos sobrecargados de información y peticiones quedamos de ir a la Municipalidad a hablar con Daniel, arquitecto de obras públicas, para que nos ayudara a poner las cosas sobre la mesa y calcular lo que necesitábamos para poder levantar el monumento. Después veríamos cómo solucionar las otras cosas.
Entre las elecciones y la reunión tuvimos todo un fin de semana para pensar en cómo llevar a cabo esta tarea final, qué cosas podíamos seguir arreglando, con qué cosas podíamos comprometernos y con cuáles definitivamente no. De esa forma llegamos a las formas concretas del monumento, el cual se dividió en dos: el alud colmado y en otro lugar de la plaza, el muro con el nombre. También definimos hasta qué punto nos competían ciertos asuntos que nos habían solicitado y en dónde comenzábamos a involucrarnos en tareas que deben ser realizadas por la Municipalidad o que son trabajo que debe realizar la misma comunidad local.
Para llevar a cabo lo que sí era tarea de nosotros, llegamos a nuestra reunión con Daniel. Ahí él nos recibió y escuchó nuestras ideas y las de la comunidad, las opciones que habían sido escogidas y el giro que le dimos nosotros para poder realizarlas. Comenzó a sacar cálculos sobre volúmenes y nos dijo los lugares en donde poder comprar cada cosa. Nos contó también quiénes eran los que hacían tal o cual trabajo en piedra laja y dónde ubicarlos también. Como ya nos habíamos enterado antes, hay pocas cosas que pueden ser compradas aquí en Cobquecura, ya los ladrillos vienen de Coelemu, el ripio y las arena de Chillán, el cemento puede ser comprado en la Colérica y la piedra laja en Pilicura. Así se fue armando todo un mapeado de recolección previo a la construcción misma para poder reunir todo antes de empezar a trabajar. La Municipalidad se comprometió a hacer la movilización de material hasta Colmuyao y a traer a dos maestros que nos ayudarán con la construcción a lo largo la próxima semana.
Ahora que nos queda poco tiempo para finalizar los tres meses de residencia, vemos cómo esta recta final ha ido cuesta arriba, más aún cuando nuestro viejo y noble automóvil que ha sido pieza fundamental en el desarrollo de nuestra residencia, ha comenzado a presentar fallas por el uso intensivo que le hemos dado. No podemos decir que hemos contado con poco apoyo este último mes, sin embargo, también es cuando la comunidad debe hacerse más presente para alentar un proceso que será definitivo en su localidad. La próxima semana iremos viendo cómo las personas de Colmuyao hacen suyo el trabajo de construcción, si es que lo hacen, así como también será interesante ver cómo se toman el día de la inauguración del mismo. De momento no podemos hacer más que tomar las cosas con calma y ver cómo las cosas se desenvuelven, esperando que el fruto final de estos tres meses de trabajo sea el que ellos y nosotros esperamos.