BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Aire, mar y tierra Colmuyao - Cobquecura, Ñuble - 2018 Residente: Enrique Flores
Publicado: 4 de enero de 2019
Llegó el día de las elecciones

Todo este último mes estuvimos dedicados a definir lo que se definiría hoy: cuál sería la forma del monumento para representar a Colmuyao. Desde el trabajo con los niños hasta las reuniones con los adultos habíamos estado pensando en las diferentes posibilidades del monumento y lo que debía comunicar. En semanas anteriores habíamos recogido las ideas de los adultos a través de una reunión en la sede de la junta de vecinos que convocamos para reflexionar sobre el proyecto. Los adultos después de harto conversar y contarnos sus ideas, fueron muy claros en insistir con el imaginario rural tan típico del lugar y las abundancias de su tierra que también habíamos percibido de los niños. Después de haber ordenado las diferentes ideas, hicimos diferentes maquetas para mostrar el día de la votación para que ellos mismos vieran las posibilidades en un plano material y para que vieran además lo que en realidad podíamos llegar a realizar. Al momento de estar haciéndolas, nosotros también caímos en cuenta de lo que era construir un monumento, sus dimensiones, las diferentes maneras de hacerlas, las otras ideas que podrían haber sido pero que no fueron propuestas. Les pusimos títulos e hicimos hojas de apoyo con información de cada una y sus características.

Llegamos una vez más a la sede de la Junta de Vecinos, nuevamente dispusimos las bebidas, las galletas, las papas fritas y pusimos los vasos sobe la mesa, pero esta vez instalamos también una urna hecha con una caja de confites y cartulina, y a su lado, las diferentes maquetas, sus datos y un número para identificarlos. Empezó a llegar la gente poco a poco y esperamos para poder comenzar. Fueron llegando varias caras que ya habían ido a la reunión anterior, pero también de forma un poco inesperada llegaron otras personas que se habían enterado por los carteles en el pueblo o que habían llegado por que les habían contado sobre el proyecto. Cuando habíamos reunido 15 personas empezamos a presentar las diferentes propuestas. Las personas nos hacían alcances y comentarios entre una y otra y se acercaron a ver las maquetas una vez terminada la presentación. Hablamos sobre las ideas que habíamos recibido de parte de ellas, sobre el almud colmado, la carreta agricultora, la corvina suertuda y así con cada una de las siete opciones que habíamos llevado. Mientras se pasaban los recipientes con galletas y queque, comenzaron a comentar entre ellos las opciones que más les gustaban,  nos hacían comentarios por el trabajo que habíamos hecho al hacerlas. El presidente de la Junta de Vecinos comenzó a decir que él elegía dos opciones, hablando sobre la posibilidad de mezclar las características de ambas en una sola, lo cual tuvo mucha aceptación entre los asistentes, quienes, fuera por miedo o timidez, buscaban igualar su preferencia a la de la opinión general. Ahí comenzó la votación, cada persona ponía su opción marcada en un voto y después dentro de la urna verde. Una vez que todos los presentes habían votado se hizo ahí mismo un conteo leyendo cada voto en voz alta y marcándolo en la pizarra de la sede. Las 15 papeletas habían marcado las mismas opciones: 2 y 3. El almud colmado, una gran jardinera rectangular con flores sobre una base con escalones, y la bienvenida de Colmuyao, un murito con el nombre del pueblo hecho de ladrillos y cemento. Nos sorprendió el resultado y quedamos de darle una vuelta para pensar cómo se podían unir las dos opciones.

Las personas vieron una vez más las maquetas y se quedaron un rato comentando diferentes temas mientras tomaban bebida. Nosotros en tanto discutíamos con las diferentes autoridades que habían ido también esa jornada a ver la votación, para ver cuándo y cómo podíamos empezar.

Ahí fue que nos dimos cuenta de la envergadura del proyecto, lo que iba a implicar levantar el monumento, los diferentes temas que implica transportar material hasta acá y de qué manera lo podíamos hacer. La Municipalidad se comprometió a poner camiones de traslado para los materiales y la ayuda de maestros para levantar la construcción. En primera instancia no habíamos caído en cuenta de que cada material hay que traerlo desde Chillán, Pilicura, Coelmu o Quirihue. Las señoras estaban dispuestas a donar flores y plantas para poner dentro del almud y así se vieron diferentes opciones con las que la comunidad podía colaborar en la materialización del monumento.

Las personas se fueron dispersando de a poco y nosotros comenzamos a ordenar las cosas para partir de vuelta. Habíamos estado toda la semana dirigiendo la energía en difundir y poder juntar gente ese día y habíamos logrado el cometido. Ahora ya “sólo” teníamos que empezar a levantar el monumento. Quedamos de tener una reunión con Daniel, el arquitecto de la Municipalidad, el día lunes para poder ver volúmenes y factibilidad de nuestra idea, y poder dar luz verde a la compra de materiales y preparativos para comenzar a construir. Entre incertidumbre y felicidad, nos fuimos cansados a la casa a ordenar las cosas y las ideas antes de seguir con los movimientos la semana que viene.

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