BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Aire, mar y tierra Colmuyao - Cobquecura, Ñuble - 2018 Residente: Enrique Flores
Publicado: 13 de marzo de 2019
Marzo en la escuela

Como le habíamos dicho a los niños el día anterior, partimos a la Escuela G-48 de Colmuyao a verlos. Quedamos de ir en la hora en la que se enseña entorno y medio ambiente. La profesora nos contó que había muchas caras nuevas, no en el alumnado sino que entre los profesores. Efectivamente, ninguna de las profesoras que habíamos conocido el año anterior estaba ahí. A su vez, se nos acercó una profesora que el año pasado había estado con licencia y otra que después nos contó que venía de un lugar llamado El Castillo, y que la escuela en donde hacía clases había tenido que cerrar porque se habían quedado sin alumnos.

Entramos a la sala y saludamos a los niños, todos nos reconocían excepto dos, que eran primos de los otros niños del curso. Empezaron a hablarnos, preguntándonos cuánto tiempo nos quedábamos, nos preguntaron por el tío Jesús (Javier González), y cosas así. Estaban contentos de vernos.

Les preparamos una presentación de fotos en donde volvíamos a ver las actividades que habíamos realizado con ellos respecto a la plaza. Les recordamos que cuando comenzamos a trabajar con ellos la plaza como tal, sólo era un espacio con bancas y que de a poco fuimos en conjunto con ellos, viendo cómo se podía trabajar el espacio. Les mostramos los dibujos que nos habían hecho el año pasado y las ideas que más tarde les mostraríamos a los adultos en la sede de la Junta de Vecinos. Ellos no estaban tan conscientes de esta segunda etapa así que nos preocupamos de mostrarles fotos en donde los adultos veían sus obras y se reían un poco nerviosos. Continuamos mostrándoles fotos de las votaciones y de las maquetas que hicimos de los posibles monumentos, ahí ellos vieron cómo sus ideas y las de los adultos se mezclaban para generar opciones a elegir.

Finalmente les mostramos fotos del proceso de construcción del monumento y de la fiesta del pueblo, no lo podían creer. La mayoría dejó Colmuyao durante diciembre, por lo que no alcanzaron a percibir el proceso de construcción del monumento desde ningún punto.

Nos contaron que habían estado yendo a limpiar y cuidar la plaza, que sacaban agua del cementerio y que iban a regar las plantas. La profesora corroboró lo que los niños decían. Nosotros los alentamos a que siguieran haciéndolo y que de a poco fueran dando ideas para hacerla crecer. Les decíamos también que trabajaran en comunidad y que intentaran hacer cambios desde adentro, que se entusiasmaran y que quisieran su pueblo.

Nosotros comenzamos con la idea del monumento porque habíamos visto que las personas no tenían ningún problema en dejarlo y nunca volver. Creímos que quizás algo como un monumento, trabajando en conjunto con las personas –adultos y niños– podía generar que las personas sintieran otro tipo de afecto por ese lugar. Esperamos que la preocupación por ese espacio y por encontrar otras posibilidades en donde desarrollarse como personas crezca en ellos, y haga que no sólo los adultos tengan que hacerse responsables de Colmuyao, sino que los niños también se hagan conscientes de que ellos pueden pedir y hacer cambios en su comunidad.

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