La forma en que representamos nuestro entorno es un largo proceso de asimilación afectiva con la realidad, los objetos, el paisaje, las estructuras, las personas, etc… todo está sujeto a la subjetividad que nos diferencia de los otros.
Con la llegada de Alejandro Delgado, el artista que colaborará en la segunda etapa de esta residencia, comencé a diferenciar estas percepciones. Para algunos la importancia de rescatar las ruinas de un apogeo que nunca volverá puede convertirse en un ejercicio de integración mas allá de la comunidad misma, la valoración de los elementos que constituyen una identidad definida por el trabajo es el ejercicio que nos han propuesto los pescadores de la caleta de Pisagua, los pescadores nos insisten en reparar la antigua grúa manual, que data de los tiempos del salitre y convertirlo en un nuevo monumento, el objeto enaltecido que les da valor como trabajadores del mar.
Por otro lado, los habitantes mas jóvenes perciben su entorno y reconocen su importancia por medio de la representación de sus vestigios, su entorno significativo, los lugares que ellos consideran relevantes en la historia que comienzan a contar.
Por último la mirada externa, la contemplación de Alejandro reconociendo un lugar que le es ajeno, pero que de a poco lo ha incorporado como parte de un recorrido, aquel recorrido que comienza desde la punta norte hacia el sur, el sendero de agua que da nombre a este proyecto.
Las tres miradas constituyen aquello que desde el comienzo hemos intentado revelar por medio de las confianzas logradas en dos meses de trabajo, en una comunidad que por momentos la siento cercana pero que en definitiva solo me permite contemplarla desde la distancia de lo ajeno.