Cuando se llega a Colmuyao lo primero que se ve es un cartel de madera pintado con el nombre del pueblo, en donde las letras se transmutan en una caracola con una tenaza roja. A medida que uno se adentra al pueblo y se llega a lo que podría ser el centro de Colmuyao, el gimnasio, la sede de la junta de vecinos y la escuela, llama la atención la aparición de murales en un pueblo que es más bien sobrio y poco ornamentado. En la escuela se ve un mural que grita en contra de las salmoneras, con loicas y personas que luchan en contra de la destrucción de su medio ambiente. Frente a este se encuentra pintada una ballena gigante y una sirena con la consigna “Colmuyao sin salmoneras”, que cubre el galpón de lata que es el gimnasio techado, y en su interior también se asoman otros murales que hacen referencia al mar y a la fauna marina. En las esquinas se leen los nombres de los artistas o de dónde provienen: ROMEO Y MARÍA o UDEC ’17, éste último dato también aparece en la esquina del cartel que da la bienvenida al pueblo. No es de extrañar entonces que en el momento en el que aparecimos nosotros, en el pueblo las personas pensaran que íbamos a intervenir una vez más las calles con alguna pintura mural. De a poco también nos fueron contando que los artistas que habían estado aquí venían de Chillán o de Concepción, y que se dedicaban a hacer murales. Algunos venían por proyectos paralelos y otros se quedaban aquí hasta que se les acababan los fondos y decidían partir a otros lados.
Colmuyao en los últimos tres años ha sido lugar de intervenciones recurrentes y esto nos lo confirmó también el Alcalde subrogante en la reunión que tuvimos con él, los murales. Los carteles de bienvenida o la plaza recientemente instalada, han sido creados por agentes externos que buscan cooperar a través del arte con el desarrollo cultural de la localidad.
En contrapunto a estos artistas está Benjamín Villalobos, también conocido como Benjart. Ya habíamos escuchado sobre él cuando en un intento de buscar agentes culturales en Cobquecura y Colmuyao nos contaron sobre un chico que hacía talleres de dibujo y pintura a los niños, y que tenía la intención de crear una agrupación de jóvenes por el arte. En la reunión que organizamos para pensar en el monumento del pueblo, volvió a aparecer su nombre, el presidente de la Junta lo propuso para que nos ayudara a realizar el monumento. Él había realizado talleres en conjunto con la Municipalidad en Cobquecura y Colmuyao, trabajaba en el supermercado local y además es bombero, por lo que mucha gente lo conoce o lo había visto al menos alguna vez. Él, contrario a los otros artistas que han pasado por aquí, tiene toda su vida vinculada a estos territorios.
Nos dieron información para contactarlo y quedamos de hablar con él para ver si estaba interesado en participar y pensar cómo podíamos integrarlo al proyecto. Lo contactamos y quedamos de reunirnos en Cobquecura para conversar y que él nos contara sobre sus intereses y proyectos, y ver cómo podíamos unir fuerzas. Entendíamos que él tenía algo que nosotros no tenemos ni podremos llegar a tener: el hecho de haber vivido toda su vida aquí y entender mejor que nadie el imaginario visual de las personas, su universo referencial, lo que han visto y lo que les gusta.
Nos reunimos a trabajar en la biblioteca municipal y estuvimos ahí pensando en las diferentes posibilidades del monumento y cruzando las ideas que habíamos recopilado de los adultos en la reunión de la semana anterior, y las que se le habían ocurrido a él después de contarle el proyecto. Ahí él nos compartió las impresiones que tenía de Colmuyao y de este cruce de trabajo surgió la idea de hacer un híbrido entre los murales de Colmuyao, los monolitos que hay en la costanera de Cobquecura y las ideas que recogimos de la primera reunión. Habiendo terminado el ir y venir de ideas y posibilidades, bajamos algunas opciones al papel, y nos fuimos a recorrer con Benjamín las diferentes esculturas públicas que habían en Cobquecura. Al ir viéndolas, conversábamos sobre el por qué funcionaban o no, ya que en la mayoría de los casos los materiales no eran aptos para estar a la orilla del mar, lo que hacía que fueran destruidos por las características ambientales poco tiempo después de su instalación. Seguimos caminando y conversando sobre el arte, la juventud y lo que significa vivir en el pueblo. Nos despedimos y quedamos de seguir conversando sobre el diseño del monumento, y para que venga a Colmuyao a la próxima reunión vecinal, para ver cómo se desarrolla la votación, y para hablar posteriormente sobre la construcción de la opción que sea escogida.