50 personas salieron del Cerro Mayaca y llegaron al Centro Cultural Leopoldo Silva para ver el cierre de la exhibición del Portal de Memorias. Prácticamente la misma cantidad de gente que colaboró en su construcción, entre pintores, constructores, entrevistadores y entrevistados, guías de tours, floristas, cocineros, pedagogas de arte, locutores de radio, y más. Entre ellos, estaban don Mario, don Luis y doña Perla, que cada semana nos pasaron las llaves de la sede Las Praderas para hacer todo tipo de actividades; el grupo inseparable de niñas y niños de Aconcagua Norte, a quienes sus madres y tías nos pasan ya sin ni preguntar; la señora Blanquita, dueña del almacén más famoso del cerro, que apenas sale de su casa; Gilberto, dirigente de Mirador, tras privilegiarnos ante su club de robótica que también tenía un evento; las familias del Mati y el Rodri, que llegaron desde la población Antumapu; y habitantes de Quillota que nada sabían sobre el proyecto. La mayoría llegaron solos y a la hora. Otro lote llegó gracias al bus y la van que se lograron conseguir con Salud y Cultura del Municipio recién el día anterior. Todas/os nos reunimos en torno a un emperifollado portal, que brillaba con flores frescas y un lienzo negro listo para ser firmado por las/os colaboradores y asistentes, con plumones fosforescentes. Las/os visitantes se turnaron en pasar a escuchar y leer los relatos de esta obra de arte en exposición, de la cual son parte de una u otra manera. Ivo, encargado de la programación del Centro Cultural, dirigió a todos por un pequeño tour que rememoraba la bodega de trenes que solía ser este espacio. Y luego pasamos todos a la enorme sala de cine. Ashly y Camilo presentaron el documental agradeciendo esta construcción comunitaria. Y nadie despegó la vista de la pantalla, riendo y comentando cuando aparecían ellos mismos o sus amigas/os. Al finalizar nos empaparon de halagos y todo el proyecto se energizó. Se viene la última patita con todo.