Si anteriormente habíamos tenido largas jornadas de trabajo, esta semana fueron doblemente intensas. Estábamos a días de la inauguración y nos faltaba para alcanzar a tener el espacio de techito para sombra. La falta de hombres de la comunidad ayudándonos se había notado, pues eran trabajos que necesitan de fuerza para cavar, clavar y levantar la estructura. Las mujeres sin lugar a dudas habían sido mayormente las protagonistas en el proceso. Siguieron las jornadas, llegaron las bancas de Don Antonio, artesano de Romeral y se iba visualizando más todo.
Ya era el día domingo, fecha de la apertura y desde temprano seguíamos laboriosamente en el lugar. Rebeca, Maxi, Jordán, Selma, Libertad y Constanza de Servicio País, se habían puesto la camiseta y nos apoyaron a mil. Su apoyo fue fundamental en el proceso. En un momento tuve que parar pues ya no daban mis fuerzas. Todos vueltos locos clavábamos tablas uniendo los palet para armar el piso y de pronto, el milagro ¡lo habíamos logrado! Y se veía hermoso con los telares como símbolo del trabajo comunitario, apoyando en brindar sombra para todos.
Nos fuimos a cambiar rápidamente y la gente comenzó a llegar. Habíamos colocado vestuarios para que la gente eligiera y la inauguración fuera una fiesta teatral, que invitara a un espacio especial, de juego, de creación, de imaginar juntos nuevas aventuras. No sabíamos si querrían o si andaríamos solos como personajes, lo que ocurrió fue genial porque a la gente le gustó la idea, se probaron vestidos, pelucas, máscaras y así partió la fiesta.
Hicimos el corte de cinta y burbujas invadieron el lugar, las cantoras Gabriela y Carmen Gloria nos acompañaron con cuecas y rancheras, y juntas cantamos una cueca creada especialmente para el Peumal en este proceso. Luego dimos paso a la comida, el asadito y todos se acomodaron a comer bajo la sombra del Nogal. Más tarde tuvimos títeres que nos trajo Tania, lo que agradecieron adultos que nunca habían visto muñecos.
Finalizamos la jornada con un video del proceso y el ambiente estaba tan alegre, que nadie quería irse y quisieron armar una fiesta bailando. Volvimos a colocar las burbujas y de noche seguía la alegría en la comunidad, mientras nosotros comenzábamos a guardar nuestras cosas ya pensando en la partida.
Cuando ya sólo éramos unos pocos los que quedábamos y la plaza comenzaba a quedar vacía, me senté a mirar, contemplar y sentir lo que sería la última noche saliendo de una jornada en la plaza. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, todos volveríamos a nuestras vidas como las conocíamos, a nuestras casas, trabajos, pero una certeza de haber sido parte de algo importante me invadía. En una pequeña localidad rural que probablemente no habría conocido nunca, algo grande había ocurrido dentro de mí.