Cuando me proyecté en esta residencia siempre pensé e imaginé estar en medio del desierto mas árido del mundo, siempre imaginé los paisajes inhóspitos del norte grande, las historias de abusos de la época salitrera, la extracción de minerales de la cordillera, las iglesias blancas, el viento, la nada.
Nunca visualicé al mar como elemento importante dentro de esta representación mental, nunca lo consideré clave en distintos aspectos dentro de esta propuesta.
Mi primera impresión de Pisagua era quizás la de la gran mayoría, el estigma de la dictadura, la prisión política, las fosas clandestinas, los desaparecidos. Cuando por fin estuve en este lugar, me di cuenta que el cementerio, el lugar de las fosas encontradas a comienzo de los 90, estaban a un lado del mar, mirando el constante vaivén de las mareas, me di cuenta que el pueblo de Pisagua estaba hecho desde el mar, todo confluye hacia él y pude entender que a Pisagua se le conoce desde este punto.
Todo lo que a simple vista no está en la superficie del desierto de Atacama, está en su profundidad marina, los bosques, la biodiversidad, el alimento, la historia, el trabajo, la memoria.