Pensábamos que con que llegaran tres o cuatro personas podíamos comenzar a hacer algo, al menos a conversar sobre las tradiciones y desprender algunos conceptos que nos fueran útiles. Así también nos decía César, el encargado de Cultura de la Municipalidad, quien llegó un poco antes a nuestra casa y con quien nos fuimos hacia la sede de la Junta de Vecinos. Llegamos en nuestro auto y bajamos la caja con comida, las fuentes plásticas que sacamos de la casa esperando que llegaran algunas personas. Entramos a la sede y estaba la señora que cuida la sala y que está ahí todos los días, nos saludamos y empezamos a ordenar un poco las cosas y disponerlas sobre la mesa. En ese optimismo pedimos algunos vasos y al ir a buscarlos al final de la salita nos encontramos con dos estandartes que estaban guardados ahí, y que habían sido mandados a hacer por la antigua directiva de la junta. Uno que decía Colmuyao en letras amarillas sobre rojo, con pino verde pintado y unas papayas bordadas. El otro decía Ancianos de Colmuyao, sin dibujos, solo con letras. Ese descubrimiento nos hizo pensar que ya en alguna oportunidad anterior habían tenido que decidir qué cosa los definían, ¿pero eran realmente las papayas y los pinos las cosas que definían a Colmuyao en su identidad?
Llegó el presidente de la Junta y poco después llegaron tres señoras, después otras dos más. Así de a poco fueron llegando de a dos hasta alcanzar las ocho personas. Esperamos un poco más y conseguimos congregar a 10 mujeres y un hombre antes de dar comienzo a la reunión. Ahí empezamos a conversar, le mostramos nuevamente la foto de la plaza y retomamos la discusión sobre el nombre del pueblo de la semana pasada. Las señoras nos contaban sus recuerdos sobre el almud, que habían visto el almud cuando chicas, que también sus papás hacían sacos de cuero de vaca para almacenar los granos que dejaban dentro de troncos huecos durante el invierno y algunos otros métodos de medición y almacenaje que ya estaban en desuso. Se conversó vagamente sobre las raíces del pueblo y se dedujo que la mayoría de quienes estaban reunidos ahí llevaban unos 30 o 35 años instalados en Colmuyao, ya que la mayoría había llegado al pueblo habiendo nacido en otros lugares y todos estaban de acuerdo que ellos habían llegado “después de los indios”. No saben cuáles indios, pero los indios habían estado ahí mucho antes que ellos y que ellos ocuparon las tierras después, eso lo confirman porque encontraron un cementerio indígena en un predio hace algunos años, del que ya nos habían hablado anteriormente, pero es un tema con el que algunas personas se incomodan. Cuentan que los restos se los llevaron personas de una universidad y que no supieron más. Nadie reclamó ni los restos ni los resultados de la investigación que hicieron de ellos.
Volvimos al tema del monumento, y a pesar de que ya nadie tiene un almud en su casa, porque se dejó de usar cuando llegaron las balanzas, todos ahí estaban de acuerdo con que es algo fundamental en la identidad de Colmuyao, ya que tiene relación con la abundancia de sus tierras y con el trabajo que se lleva a cabo día a día en el pueblo. Otras ideas que dieron para darle forma a la identidad de Colmuyao fueron: un agricultor, una carreta, una muralla hecha de piedra. La conversación prosiguió con los materiales y se propuso madera o piedra, piedra laja porque es la piedra del sector. Surgió el nombre de un artista de Cobquecura que aparentemente todos conocían y que nos podía ayudar a armar el monumento, Benjamín Villalobos, quien también es conocido como Benjart, con quien nos reuniremos a conversar sobre el proyecto.
Después de haber recolectado ideas, materiales y posibilidades, la conversación tomó una nota política cuando se volcó la atención hacia la plaza. Aprovechando que había un encargado municipal, se comenzó a hablar sobre cosas que podrían hacer que la plaza funcionara mejor como la instalación de luminaria, basureros, toldos, etc. Como en todas estas instancias hay que aprovechar cualquier oportunidad para hacer peticiones para el pueblo. Ahí la conversación sobre el monumento ya había concluido y comenzamos a repartir bebidas y comidas para hacer más distendida la reunión. La gente en ese punto ya se había relajado y las señoras empezaron a conversar entre ellas y se empezaron a pasar las bandejas con galletas y dulces de un lado a otro. Antes de cerrar, quedamos en volver a reunirnos con maquetas de las ideas que nos dieron la primera semana de enero para concretar y comenzar la construcción.
Creemos que el monumento puede ser una semilla para que las personas hagan el trabajo de reflexionar sobre lo que son y lo que han sido. Si en algún momento las personas de Colmuyao decidieron el pino y la papaya como íconos para definir su localidad, elementos que se relacionan con el presente del lugar, ahora el pueblo está volviendo a pensar en sus raíces a través de cosas que están desapareciendo, como el almud, para volver a fijarlas en el presente. Las personas aquí están comenzando a sentir una necesidad de hablar sobre su pasado y el problema de no tenerlo claro está sembrando una inquietud sobre cómo pensar en quiénes son como localidad.
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