Este fin de semana, Paty nos ha invitado a Esquiña para documentar con ella una canción que ha creado el Pino, multifacético artista-cultor local, sobre los caminos troperos. Esta actividad es parte del proyecto Ayni, y nuestra presencia forma parte de la colaboración que hemos establecido entre las dos residencias (planicie costera – quebradas), pensando que en una misma región hay conexiones que no podemos obviar y posibles vínculos que se puedan generar para continuidad de las ideas que han surgido (entre las comunidades y sin duda entre nosotras).
Domingo 7.30 am nos juntamos en el Agro con Paty para comprar algunas verduras y frutas, y tomar la micro de las 8 para subir al interior. Organizamos con bastante dificultad, un transporte para la vuelta de Esquiña, porque tenemos que volver en 3 días para continuar con los encuentros en el jardín, estamos en pleno proceso y preparaciones para las grabaciones del documental en el Agro. El camino a Esquiña es largo y monótono hasta llegar a las quebradas, en donde comienza un hilo angosto de tierra por las interminables curvas y pendientes. Paty e Ivo duermen un poco y yo me siento al lado del cerro para no mirar por los precipicios. Al llegar a Pachica ya estoy con un poquito de pánico, mirando las animitas e imaginando como ruedan cerro abajo los autos, pero pasa una hora más y la micro, sana y salva, aterriza en Esquiña. Paty se baja corriendo con las mochilas mientras el conductor espera, y luego nos lleva directo a Illapata. La micro subsidiada del domingo es un transporte indispensable para la gente del interior. Unos pocos kilómetros después cruzamos el umbral que nos da la bienvenida al pueblo de Illapata y entramos en los dominios de la señora Margarita.
Deberían venir para el Huaino de los Animales, que es como un cumpleaños, bailamos con ellos – comenta la señora Margarita sentada en su sillón, mascando coca con aire tranquilo, mientras miramos el generoso valle-. Siempre lloro para esa fiesta, porque después que se marcan los corderos, quizás uno ya no los ve más-. Estamos sentados en el patio, conversando hace un par de horas mientras el Pino y el Pato vuelven de las faenas. Doña Margarita nos ha acogido con hospitalidad. Ivo le ofrece mate y seguimos conversando. Es bueno su monte– comenta. Nos ofrece tostado en una gran fuente, mientras esperamos a los chiquillos para coordinar la grabación. Paty ya conoce a la familia Mamani y va conversando mientras Doña Margarita nos cuenta sobre su vida de joven en la pampa, la dureza de esos tiempos, el hambre, el trabajo sacrificado para mantener a los hijos. Nos cuenta también sobre las familias que se han ido moviendo por las quebradas, su marido que era músico y caminaba a veces varios días para llegar a tocar a una fiesta en Mulluri o alguna otra localidad.
Llega la camioneta y bajan primero el Charly, el Juguete y el Señor Alcalde, los perros de la casa. Luego aparecen los hijos de la señora Margarita, y sin más pasamos a otro espacio donde comienzan a ensayar para la grabación, con sikus y bombo. Sin prisa escuchamos la canción y las anécdotas asociadas a ella. Luego de algunos ensayos y pruebas de equipos, decidimos movernos al living de la casa principal, donde no molesta el viento. Mientras Paty registra video, Ivo graba varias tomas de la canción, y yo hago un poco de todo. Doña Margarita se sienta silenciosamente a escuchar. El Señor Alcalde, fiel compañero de doña Margarita, escucha impávido a sus pies. Nos emocionamos con la canción y los arreglos de sikus. No tocamos hace tiempo juntos -dice el Pato- antes, cuando chicos, tocábamos con mi papá, y lo acompañábamos a las fiestas en otros pueblos. Pasan las horas y nos invitan a comer una cazuela, más tarde un asado de corderito cuando cae la noche. Los músicos escuchan las tomas directo de la grabadora y acordamos que se puede editar un poco, pero hay al menos dos buenas. Estamos contentos y celebramos.
De noche, el Pato nos lleva a Esquiña y sigue de largo para Arica. Viene todos los fines de semana a ver a su madre -nos cuenta-, ya que queda muy poca gente en el pueblo, me da pena dejarla, dice. Pero ella no se quiere ir a Arica. Se quiere quedar acá con sus animales en su casa. Volvemos en silencio y vamos saliendo lentamente de esa dimensión distinta que es Illapata. Ya es tarde y no hay luz eléctrica. La luna está alta y corre una brisa fresca.