Llegamos a la escuela desde Idahue con las pinturas-retratos y su pintor, profesor del taller: Juan Martínez Macari. Eran 19 soportes de oleo sobre tela, que dibujaban, los pequeños rostros, de los estudiantes, que recibieron el taller, y que en forma de sorpresa infantil, les entregaríamos.
Todavía sin almorzar, los profesores Noemí Rojas y Juan Carlos Escobar, junto con sus asistentes, colocaban los adornos de colores, que anunciaban, la ceremonia de graduación de sus 19 estudiantes y la despedida, de cuatro estudiantes, que concluían este nivel de enseñanza.
La sala de arte, debía recibir sus últimos retoques, para su inauguración oficial. Juan pegó con doble faz, y siguiendo la línea del horizonte, los dibujos sobre las micas, de un ejercicio anterior, donde aparecía un modelo inusual: una carretilla de fierro.
En 19 bolsas rojas, intervenidas anteriormente por los niños, colocamos todos los trabajos realizados por ellos, durante el taller. Incluía la carpeta, una foto escondida en un sobre de papel cartucho, de sus instantes in fragantis, durante las sesiones de color.
En forma de T por la disposición de los mesones, quedaron, todas las bolsas rojas, con la mirada atenta, de cada niño sobre el pequeño lienzo de 20 x 20 cm. Dejábamos así lista la sala , hasta su hora de apertura, a las siete pm.
Pudimos descansar con un almuerzo tardío y minutos de sueño, antes de llegar al último día en la escuela de La Quebrada.
Todos los estudiantes con sus apoderados estaban sentados, listos en unos de los espacios al aire libre, como escenario improvisado. Las autoridades de la municipalidad, con el alcalde, al frente, estaban atentos. Los profesores, Juan Carlos y Noemí, colocados con micrófonos, miraban, antes de empezar, el auditorio de niños y adultos, frente a ellos.
Hubo durante la ceremonia, cantos, guitarras, regalos, llantos del adiós, abrazos de profesores y alumnos, de padres a hijos, gratitud a todos los que hicieron posible el año escolar. Hubo durante la ceremonia, la grandeza de dos profesores muy queridos.
El alcalde con una tijera cortó la cinta roja, que abría la puerta de la sala de arte. Los niños, entraron, como subiendo un cerro cercano.
El bullicio alegre, de ojos brillantes, reconociendo sus caritas en pinturas y fotografías, marcó el inicio de la sala de arte, disponible para la escuela y la comunidad de La Quebrada de Marchigüe.