Hemos llegado a un lugar en donde el término habitante no sólo considera a aquellos habitantes humanos, sino que también acoge a todos esos otros habitantes que son de distinta naturaleza. Con esto nos referimos a toda la fauna que habita en esta zona, porque quien vive aquí entiende que convive con la naturaleza. En la localidad hay un orgullo del entorno que los rodea y apelan a que los visitantes también comprendan su valor. Entienden que es uno de los pocos lugares que va quedando que puede ser considerado como zona limpia, y esto lo podemos comprobar en sus montañas, campos y playas, lugares en los que rara vez nos hemos encontrado con basura, y buscan que esto siga así. La práctica del reciclaje está muy integrada, buscando constantemente darle nuevas oportunidades a los desechos de todo tipo a través de ingeniosos usos, pues acá todas las cosas y materiales sirven para crear nuevas cosas. Botellas plásticas, palos, cajas de cartón, pitillas, envases, neumáticos, todo es posible volver a trabajarlo. Esta noción permite el ahorro de energía y economía, ya que transportar y traer cosas hasta aquí resulta caro y complicado debido al camino que lo une con el resto de los pueblos de la zona.
En casi todas nuestras conversaciones con los habitantes se nos ha repetido la frase: “el que se queda acá está buscando otra cosa” o “el paisaje y la naturaleza compensa la lejanía.”
Quizás sea por esta incomunicación con los otros pueblos que Colmuyao tienen una mística que le permite conectarse más con el mundo natural. Acá hemos tenido contacto con una gran variedad de fauna silvestre como liebres, lagartijas, cuncunas, alacranes, caracoles, coleópteros, tarántulas, lobos marinos y diversidad de aves. Ahora sabemos que esta situación existe como una gran presencia e implica una consideración absoluta en el desarrollo de nuestro proyecto con la comunidad.