Con el pasar de los días y ya habiendo descartado completamente la iniciativa de intervención en la plaza del pueblo (Ch`uxña), me centré en las otras dos líneas de acción en desarrollo a la fecha: el seguimiento de las imágenes y el trabajo junto a las mujeres de Aymar Warmi.
Por un lado, me he dedicado a buscar información sobre reacciones en torno a la intervención realizada hace unos días, con el fin de descubrir el paradero de las fotos desaparecidas, y obtener comentarios, apreciaciones e incluso instancias de diálogo más largas e intercambio con la comunidad. Hasta el momento y en base a algunos testimonios, me he dado cuenta de que existen diversas versiones sobre lo que ocurrió con las fotos. Unos señalan que se fueron con el viento, otros vieron a algunos vecinos llevarlas.
A pesar de las contradicciones de los relatos, ya me han logrado señalar a algunas personas que participaron de la intervención, con quienes procederé a conversar en los días siguientes, con el objetivo de develar qué hicieron con las fotos y qué significaron para ellos, entre otras lecturas posibles.
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Por otro lado, en relación a Aymar Warmi, ya avanzado el apoyo a su proyecto Fondart, por fin dimos algunos pasos hacia adelante con nuestra iniciativa en el marco de la residencia. Actualmente he logrado captar la atención de seis mujeres dispuestas a compartir sus saberes (algunas de Colchane, otras de Cariquima, Enquelga y Pisiga Carpa), aunque no necesariamente desde la idea de inicial de las hierbas medicinales, sino, con el ánimo de hablar sobre de cosas importantes para ellas a partir de sus experiencias de vida en la comuna.
Ya habiendo conversado con algunas de ellas mientras realizan sus labores cotidianas, han aparecido algunos temas y conceptos transversales que van conectando todos los relatos entre sí. Esto incluye la experiencia total del taller de fotografía y el seguimiento de sus imágenes, lo que es bastante lógico, pues partimos de una base común relevante: el habitar del pueblo, su memoria y su comunidad.
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A partir de todo esto, me queda más claro mi rol como artista en Colchane dentro de este tiempo acotado a la residencia: poco a poco me he transformado en un agente de intercambio.
Si bien existen valores comunes, pocos grupos aquí funcionan y viven como comunidades, debido a diversos tipos de rencillas, incluso desde tiempos “de los abuelos”. Por ello, me he transformado en quien escucha, porta y cambia historias por otras experiencias que se traspasan por medio del contacto, el diálogo y la creación conjunta, evidenciando conexiones y tensiones que ya estaban, pero permanecen ocultas e incluso dormidas en el territorio.
Lo que sigue es el desafío de mostrar efectivamente todos estos valores subyacentes, yendo más allá de los conceptos y la experiencia en sí misma. Las ideas ya están tomando forma.