En agosto de 2018, arqueólogos encontraron por primera vez entierros incas en la falda del cerro Mayaca. En octubre, llegaron a Quillota tres integrantes de la Residencia de Arte Colaborativo, convocada por el programa Red Cultura. En menos de una semana, conocieron a un grupo de cabros y cabras que se tomaron el proyecto y comenzaron a trabajar sin descanso en torno al lugar que habitan, el Mayaca.
Los incas veneraban cerros y montañas como ancestros con vida propia. Son wak´as: lugares sagrados que alimentan con fuerza vital el vínculo que mantiene unida a una comunidad. Animales, astros, momias o lugares sagrados que representan los antepasados desde donde descienden los distintos clanes de la cosmogonía andina. El descubrimiento arqueológico de agosto prendió una llamita que identificó al colectivo e iluminó nuestro recorrido.
Mayaka Waka fue el nombre que tomó nuestra cooperativa compuesta por Amy, Camilo, Ashly “Dj Yo”, Carlos “Dj Pitufo”, Tiare “Dj Chika”, Rodri “Dj Arbusto”, Mati “Dj Chaska”, Mati “Dj Pericote”, Mari, Floro, Tanya, la pequeña Nina y una centena de vecino/as vivos y muertos, niños y niñas dirigentes sociales, locutores brígidos, familiares, trabajadores/as del cementerio, almaceneros/as, cantantes líricas y raperos, motociclistas, artistas del vellón, y sedes vecinales maravillosas.
Pasamos tres meses explorando, capturando y liberando relatos del cerro Mayaca a través de más de 10 prácticas colaborativas distintas: abrimos Portal de Memorias que unió dos mundos, presente y pasado, las historias de vida y muerte de las almas del Mayaca; una deriva por el lado salvaje del cerro, justo antes que éste se incendiara; un programa semanal en la radio comunitaria donde todas y todos representamos el personaje de quienes queríamos ser; nos instalamos con nuestro toldo de grabado verde en el festival Rock en río y aprendimos de la Amy técnicas de guerrilla medioambiental en medio del Aconcagua seco; dibujamos y bordamos un gigante mapa textil, cartografía que se hizo desde la memoria, al ojo y escala humana. Reflexionamos sobre las escaleras, calles, amistades, enemistades, trabajos, recuerdos y proyectos que les unen y definen.
Qué no hicimos, qué no hablamos.
Al final sonó un ¡chin chin! cuando vimos una expo repleta de gente que bajó con comparsa y todo desde el cerro. Estábamos presentes en un mismo lugar y al mismo tiempo, compartiendo la memoria histórica y comunitaria del querido Cerro Mayaca, reuniéndonos en torno a sus relatos, que son parte de un cono de tierra, flora, fauna y personas que buscan incansablemente mejorar el barrio y alojar a sus habitantes con un abrazo fraterno.
No sabemos qué pasará con la Cooperativa de relatos, tal vez su rumbo no es lo más relevante. Todas y todos recogimos de este proceso una piedrita que guardamos en la solapa, cada una de distintas formas, tamaños y pesos, pero todas del mismo lugar. Representan el espíritu de esta wak’a. Seguramente, algunos aún la conservan y otras ya la echaron a rodar.
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