Este fue uno de los memoriales con mayor sentido para nosotras y para los homenajeados, el Ruco es una construcción precaria en un terreno tomado, en este caso los chicos del Ruco viven a orillas del río, al lado del puente que da origen a la calle Ojanco, a ellos los conocimos durante los recorridos por la comuna.
Patito es el responsable del lugar, él es quien le ha otorgado un espacio a aquellos que no poseen hogar y que lamentablemente tienen problemas con el alcohol, en su mayoría son hombres de mediana edad que trabajan en las parras por la estación. Destacamos su esfuerzo y el hecho de que establezcan una comunidad en busca de un bien común, ellos respetan los espacios y comparten lo poco y nada que tienen.
Desde un principio ellos nos recibieron y compartimos tardes de música alrededor de una fogata que era su única fuente de luz y abrigo. Posterior al incendio que destruyó la construcción, se organizaron en una carpa y un espacio común bajo los árboles, donde duermen y se alimentan.
Destacamos a los rucos originales: Pato, Claudio y Miyagui, quienes nos dieron mucho material para reírnos, y su conocimiento sobre música, poesía y sobre la vida misma. Por este motivo el memorial en honor al Ruco es una forma de visibilizar a aquellos que con gran espíritu son parte del territorio, pero que a su vez son ignorados por la misma comunidad. “Los otros” son parte y el memorial rescata su identidad.
Este memorial se sitúa en el puente que da la entrada a su hogar, lugar concurrido por los habitantes de Ojanco, Villa Estadio, quienes se desplazan hacia la piscina, el parque y las minas de los alrededores.