La Escuela G27 de Nueva Esperanza es un edificio sólido que se ubica a un costado de la población, junto al lecho del río San José. Agustina y Annelee de Servicio País, quienes trabajan en el área de cultura en el cuadrante que reúne a la junta de vecinos del sector poniente, me invitan a una reunión para presentarme con el director y la profesora encargada del CRA (biblioteca). Es mi primera aproximación a la escuela y me entero de algunas de las actividades en curso y los avances del taller de cine que realizan Agustina y Annelee los sábados. Hay baja convocatoria y el director explica que los niños normalmente trabajan con sus padres los fines de semana en el Agro o en tareas de agricultura. Paola, la encargada del CRA es muy directa y eficiente. Luego de escuchar mi breve presentación sobre el proyecto como encuentro de tránsitos interculturales, me indica que justamente necesitan trabajar el tema de la interculturalidad, y que la escuela tiene un 85% niños de origen Aymara cuyas familias están vinculadas a la agricultura y muchas viven en el interior. Un área deficiente en este momento son las artes plásticas y hace tiempo quieren hacer un mural en la escuela. Esta sería una oportunidad.
El director rápidamente me cuenta que tienen una enorme cantidad de instrumentos guardados y no tienen profesor de música. El piensa que la escuela necesita ocupar esos recursos, enseñar a los niños a tocar, formar una banda de bronces. Me pregunta si podríamos traer a alguien que pueda trabajar con música. Quedamos de reunirnos nuevamente con Paola para ver con cuales niveles y cuando podríamos trabajar. Tomo nota, me parece muy pertinente la actividad de pintura de murales pero pienso que tengo que llegar preparada para lograr que las actividades comiencen con un diálogo y no con una planificación estricta. También la música pero, si bien sabemos lo que quiere la escuela, ¿cómo saber lo que quieren hacer los niños? No es la idea solamente suplir las carencias de la escuela, sino también generar un espacio abierto a las familias, y otros vecinos.
Jardín Granito de Arena
Día lunes llego pasado las 10 de la mañana para integrarme a la caminata diaria de los niños. Julia, la directora del jardín infantil, me recibe cariñosa y me indica cual es el grupo que va a salir. Me quedo en el patio acompañando y observando mientras las parvularias trabajan con percusión. Los niños hacen una ronda y bailan, siguiendo el ritmo. Al poco rato el grupo se desarma y juegan acelerados con pelotas y triciclos. Los niños son el nivel más grande y tienen 3 y 4 años. A la hora de salir, todos se toman de una cuerda y salen en fila. Caminamos lentamente y los niños van jugando y comentando algunas cosas que observamos. La cancha, la casa de alguna vecina. Damos una vuelta larga y volvemos. Otros días vamos al Agro y ellos visitan a algunos familiares, cuenta Eli, que va guiando la marcha. La plaza está seca – comenta. Recién hoy aparecieron para regar. Al volver al jardín Julia me cuenta que habrá una asamblea de padres y estoy invitada a presentarme. Los apoderados y apoderadas son jóvenes y participativos, me comenta. Me parece perfecto, porque justamente para comenzar puedo ver primero las dinámicas y relaciones entre ellos, antes de proponer yo una forma de participar. Finalmente, la reunión se pospone para la próxima semana. Me puedo preparar mejor.