Durante estos días en que hay muy pocas personas en el pueblo por las fiestas de fin de año y el invierno boliviano mantiene ocultos a los que quedan, además de preparar mi viaje a Iquique, me he dedicado a reflexionar los aprendizajes de estos meses de residencia en Colchane. En ellos me di cuenta que había tenido pocos espacios para esto, debido a la lucha contra los desafíos diarios del mismo proceso.
Una de las cosas más interesantes de lo vivido y que en cierta forma resume la experiencia, es la frase “acá se normaliza lo que en otros contextos no es normal”.
La condición de zona extrema trae consigo comportamientos y dinámicas peculiares, algunas de las cuales ya he abordado en otras bitácoras, mientras que otras sólo las acabo de descubrir.
Mucho de esto tiene relación con la cultura Aymara, pero principalmente tiene que ver, de acuerdo a mi experiencia, con el territorio mismo, sus bondades y exigencias. Durante estos meses de residencia, he visto cómo las personas cambian completamente su actuar sólo por estar en el pueblo, versus sus “vidas reales” en Iquique u otros lugares. Así, Colchane toma la forma de un sueño colectivo, abundante en fantasías por cumplir y pasajes que parecen sacados de una película de ciencia ficción… o terror según sea el caso.
En Colchane, todo gira en torno a la tensión entre las sensaciones de exceso y la carencia. Así como el día y la noche, el frío y el calor, se vive de extremo a extremo, experimentando cada cosa en su máxima expresión, lo que finalmente es la experimentación de la totalidad sólo expresada en sus opuestos complementarios: lo institucional y lo clandestino, la depresión por soledad y el carnaval, lo indígena y lo extranjero, lo sacro y lo pagano, lo tradicional y lo moderno, la memoria y lo nuevo.
Las partes se juntan sin mezclarse, y de alguna manera encuentra la forma de enlazarse dentro de algo más grande, como si se tratara de una gran trama o tejido vivo.
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Seguramente me va a faltar tiempo para terminar de asimilar y comprender cómo se articulan y coexisten todas estas manifestaciones en este territorio, pero al menos ya he podido descubrir algunas líneas transversales que me permiten tener una mirada bastante completa de la experiencia colectiva y excepcional que significa el habitar Colchane.