Dividimos el taller en dos partes, la primera consistió en armar un paisaje panorámico en grupo y la segunda, -individual-, dibujar una carretilla.
En la primera parte, los materiales fueron croquera y lápiz grafito, los estudiantes tuvieron que juntar sus croqueras y dibujar un paisaje teniendo en cuenta como factor común la línea del horizonte para darle continuidad al dibujo, a su vez cada uno tuvo que dibujar en su croquera los elementos que aparecieron en el lugar que les tocó dibujar. La idea de este ejercicio fue que entendieran lo que era una panorámica y armaran un paisaje en un formato más grande del que habían trabajado en las clases pasadas. Este ejercicio fue un poco más complejo que algunos realizados previamente, sumando que hoy los niños estaban especialmente desconcentrados, lo que llevó a cambiar al siguiente ejercicio.
Originalmente teníamos planeado usar micas y lápices scriptos permanentes para armar un gran paisaje entre todos los estudiantes de la escuela, lo que suena bien pero irreal para hacerlo en esta circunstancia.
Decidimos como plan B, (de urgencia), cambiar este ejercicio de exterior e irnos a la sala a dibujar un bodegón. El objeto que escogimos fue una carretilla. Los niños conocieron este nuevo material trasparente, una placa de acrílico donde pueden calcar o simplemente dibujar. La gracia de este material y el motivo por el cual los escogimos es que se puede unir y armar transparencias. Pusimos la carretilla al medio de la sala y rodeándola a los niños para que la dibujen, nuevamente tuvieron como obligación la línea del horizonte para darle sentido a la perspectiva de la carretilla.
El resultado fue fantástico, los niños dibujaron la carretilla cada uno desde su lugar y lo que terminó como resultado cuando unimos las micas fue ver la carretilla en rotación. Si bien no era lo planeado terminó como un ejercicio interesante, nos llamó la atención un par de dibujos con perspectivas muy complejas y cómo al unir todos los trabajos se crea una obra colectiva.