Fue una semana intensa. De partida, cambiamos la lluvia diaria por sol y calor. Mucho calor. Vino Damir, un amigo que es audiovisualista, a grabar para hacer unos videos sobre la obra de algunos de los artistas locales. Esta parte se separa un poco de la columna central del proyecto, pero los artistas que seleccionamos tienen la ventaja de ser personas que, trabajando desde oficios tradicionales transmitidos por generaciones –que muchos defienden como una memoria muscular más que un conocimiento más racional-, los llevan hacia el terreno de la investigación artística, tanto de la técnica como del contenido. El carácter visual de los productos más la relevancia del discurso y los procesos de investigación, dictaban al producto audiovisual como el vehículo ideal para reflexionar sobre los procesos.
Por supuesto, nada resultó como estaba planeado. Los tiempos de la Patagonia son únicos, pero por razones de otros compromisos laborales, solo contábamos con una semana para grabar. Además, una semana a principios de noviembre. Acá ya es temporada de turismo y la disponibilidad de las personas baja severamente. De los tres artistas con los que queríamos trabajar originalmente, terminamos con uno. Más decepcionante aún, fue más una relación de nosotros dos colaborando como creadores, pero el artista mismo resultó esquivo y terminó siendo el sujeto de las grabaciones en vez de un co-autor como era mi idea inicial. La autoría de Augusto radica en nuestra flexibilidad –en vez de partir desde un guion, estructuramos el video a partir de su discurso y los elementos que él destacaba-, pero esta misma flexibilidad (y falta de disponibilidad de Augusto) nos llevó a buscar imágenes en sitios y situaciones que de otra forma no hubiésemos conocido.
La verdad es que eso es lo que más valoro de este proceso. Por una parte, tuve la oportunidad de compartir el proyecto con alguien que me conoce de toda la vida, y por lo tanto, desahogar toda la neurosis de experiencias y situaciones acumuladas en estos 2 meses. Además, es mucho más fácil navegar las vicisitudes de este tipo de trabajo con una persona que conoces y sabes cómo piensa en vez de tener que arrastrar a alguien que no conoces bien a enterrarse hasta la cintura en un mallín para grabar Cipreses verdes y quemados, y luego (empapados y con las botas escupiendo agua), caminar 3 horas de vuelta por la carretera austral (no pasó nadie para hacer dedo), a pleno sol, sin agua y acarreando el equipo. Yo no torturo así a cualquiera. También es más fácil cambiar a plan b una vez que algo falla. Y eso es lo que hicimos.
Grabamos en el mallín, donde conocimos a Coté, quien administra un campo con plan de manejo y nos explicó por qué el Ciprés crece mejor en el mallín, cómo extraer turba sin convertir todo en un barrial y tantas otras formas de trabajar un campo productiva y sustentablemente. Conocimos a Marcela (que tengo ganas infinitas de grabar para la radio) que se pasa el día feliz, bajo sol, lluvia o nieve tirando palos como cualquier hombre maderero (y muchas veces mejor). Recurrir al plan b me dio a mí la oportunidad de grabar un video/performance que es más que nada un ritual para poder soltar todas esas historias de violencia y abuso que me han compartido y que me tenían medio carcomida por dentro.
Fue una semana intensa, completada por una alergia y otros problemas de salud menores, pero que igual van desgastando y cansando cuando tienes que estar rindiendo. Pero también una excelente instancia para tomarme un recreo de la rutina, de variar el proyecto, abrir la mente, conocer más, explorar otras riquezas que están insertas en la memoria quizás más colectiva del lugar. En algún minuto Augusto nos habló de que conocimientos que tienen los locales no se aprenden, se saben (hablando de la navegación nocturna). Están en los huesos, en los músculos, son parte de las personas. Son conversaciones y situaciones y formas de memoria que no vienen al caso en otras áreas del proyecto. Pero son igual de válidas. De hecho me dan ganas de poder explorarlas mejor, pero tengo súper claro que con los tiempos de la Patagonia, no será en esta instancia.
Así, estos videos serán un guiño a lo que se nos estaba pasando por el lado: la herencia Kawescar, los oficios transmitidos por generaciones, las formas desde una tradición de sustentabilidad en la Patagonia. El amor por la tierra, por el entorno, por coexistir, no dominar. La verdad es que no todos los pobladores piensan así, pero quizás esta sea una oportunidad para amplificar la voz de los que sí y difundir su ejemplo.
Aún hay que terminar el montaje de esos trabajos, y el producto final está por verse. Por mi parte, hoy volví a la normalidad. Escribir bitácoras, editar audios, cocer pan y lavar ropa, mientras fuera de mi ventana caen cortinas de esa lluvia familiar que ya había comenzado a extrañar.