Viajar por primera vez desde el pueblo a la ciudad en busca de alimentos y materiales fue una experiencia nueva y súper desafiante. Primero, tuve que tener una absoluta claridad sobre qué comprar y dónde, para optimizar el poco tiempo de estancia en Iquique. Luego, dentro de las compras, sólo podía llevar cosas que resistieran el viaje, y que una vez en Colchane, pudieran mantenerse sin refrigeración. Además, priorizar materiales pequeños y livianos, para que una vez todo reunido y empacado, lo pudiera cargar sin ayuda.
Este ejercicio de toma de decisiones no fue fácil, tampoco cargar con el peso de las compras. Sin embargo, el usar el ingenio para hacer que todo quepa en las cajas, y llegar a Colchane con los básicos de mi alimentación y materiales para continuar las actividades, fue absolutamente satisfactorio, ya que me devolvió cierta autonomía.
En mi memoria, los viajes de abastecimiento eran historias contadas por mi papá o mi abuela, sobre décadas pasadas y la vida en el campo. La ciudad y sus comodidades, han hecho que me olvide de que estas travesías y sus complicaciones son acciones de orden cotidiano para muchas personas dentro del país.
Todo esto, me hizo sentir bastante “citadina”, pero también, me hizo admirar todavía más la paciencia y resistencia de quienes viven en lugares como Colchane.
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Creo que mi cuerpo se está acostumbrando a la altura, ya que esta vez no tuve síntomas de puna al volver al pueblo, y como escuché que este fin de semana habría feria transfronteriza, quise cruzar y ver si podía comprar algo de lo que no traje desde Iquique.
Resultó que la feria había sido el día anterior, por lo que mi recorrido cambió de propósito hacia la observación del entorno. Una vez más me impresionó la enorme cantidad de basura que es posible encontrar en los alrededores del paso fronterizo. Mucho de esto corresponde a bolsas plásticas, cartones, envoltorios y/o envases de productos que se abandonan en el camino antes de pasar por el control de aduana, ya sea para disminuir peso y volumen da las cargas, o bien, para no pagar impuesto por mercancías, declarando los artículos como usados.
Éste es uno de los pocos aspectos negativos del desierto, dentro de lo que he visto hasta ahora: la poca responsabilidad con la que se trata el tema de los residuos. Como el viento lo arrastra todo, el pueblo se ve limpio, pero unos metros más adelante, se pueden ver éstos enganchados en los espinos y plantas de la zona.
Éste tema es particularmente sensible para mí, de hecho intento practicar a diario una vida con la menor cantidad de residuos posible. A partir de esto, pensé en ideas sobre cómo ayudar, pero por supuesto, muchas de ellas están fuera de mis posibilidades, principalmente por el poco tiempo que tengo para estar en Colchane. Finalmente, me limité a recoger algunas cajas y botellas para utilizar como contenedores en mi hogar temporal.
Por ahora este pequeño aporte es todo lo que puedo hacer (igualmente, creo es mejor que nada).