Desde que llegué a Colchane llamó mi atención el poblado vecino, por lo que aprovechando un día menos caluroso que de costumbre, partí a conocerlo.
Sin saber el nombre del pueblo ni cómo llegar, simplemente seguí las huellas que iban en esa dirección. Por las características del paisaje, en este sector es fácil percibir la distancia entre distintos lugares y su ubicación, ya que la vista los alcanza primero.
En el camino, una mujer que iba de paso en sentido contrario, o sea, a Colchane, me saludó amablemente, entonces entablamos una breve conversación sobre el entorno. Así supe que me dirigía a Cotasaya.
Cotasaya se ubica a 3668 msnm (metros sobre el nivel del mar) y a unos 30 minutos a pie desde Colchane. Justo en medio del camino entre ambos pueblos existe una red de humedales de altura o bofedales, en donde es posible encontrar gran cantidad de llamos pastando, además de aves silvestres y vertientes de agua.
A diferencia de Colchane, Cotasaya está dispuesto sobre una loma, por lo que recorrerlo implica subir y bajar un par de veces. Es un pueblo pequeño con pocos habitantes, que como ya es costumbre en los alrededores, no pude encontrar durante el fin de semana.
Entre algunos elementos interesantes que vi durante mi recorrido, están la iglesia y el cementerio. La iglesia de Cotasaya destaca por su construcción tradicional Aymara, razón por la que fue declarada monumento histórico en el año 2006 por decreto del Consejo de Monumentos Nacionales. En ella además, cada año se realiza la fiesta de Santa Rosa de Lima, la cual convoca a una gran cantidad de personas de todos los pueblos de los alrededores, generalmente durante la última semana del mes de agosto. Observando con calma todavía es posible ver algunos vestigios de la celebración de este año.
En cuanto al cementerio, es muy pequeño y colorido, pero las tumbas y arreglos se encuentran en condiciones bastante precarias, principalmente por acción del viento. A éste sólo lo recorrí por fuera, porque durante la semana estuve escuchando muchas historias sobre supersticiones y maldiciones, y como ya se acerca el día de todos los santos o “to`santos” (como he oído le dicen acá), honestamente preferí mantener una distancia de los muertos, quienes según me contaron, ya deben estar ansiosos por venir al mundo de los vivos.
(…)
Después de dos horas de recorrido, caminando entre llamos, espinos, espejismos y “diablitos” (remolinos de viento y polvo, los danzantes del desierto) volví a Colchane para descansar, por supuesto, encantada con el paisaje y los lugares que acababa de conocer.