Winston y Carmen nos invitaron a mariscar al estrecho, a unos 20 minutos de la villa encontramos el Puerto Munición. Cuando llegamos a la playa no podíamos creer cuanto se había recogido la mar y que todos los manchones negros que veíamos eran choritos.
Nos pusimos las botas, agarramos los tarros y comenzamos la recolección de choritos junto a Winston y Carmen.
En la inmensa costa no había nadie más que nosotros y algunos pequeños puestos de pescadores.
La abundancia y virginidad del lugar fue un verdadero espectáculo para nosotras. Nos comentaban que la gente ya no va mucho a mariscar, que antiguamente todas las familias tenían estos momentos de dispersión para poder traer alimentos frescos a sus casas, pero hoy es mucho más fácil ir al super y comprar una bolsa de mariscos congelados. (que son bastante malos)
Los choritos eran hermosos, muy limpios, de color negro intenso en su concha. Carmen nos dijo que había para elegir, que nos diéramos el tiempo de sacar los que estuvieran listos, los más grandes y que no había que forzarlos, si salen al tiro es porque es tan buenos.
Los choritos están agarrados entre piedras, algas y lodo, cuando la mar sube ellos vuelven a las profundidades del estrecho para dar paso a la pesca.
Queremos destacar cómo estas tradiciones de nuestros antepasados siguen siendo realizadas, transmitiendo de generación en generación la costumbre de recolectar alimentos del mar.
Esta hermosa experiencia terminó con un buen salpicón, que consiste en choritos al vapor, papas cocidas, lechuga del huerto de Carmen y una rica mayonesa casera.