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Residencia: La sed de la tierra Llay Llay, Valparaíso - 2018 Residente: Colectivo YY (Yachachinakuy)
Publicado: 28 de diciembre de 2018
Geografías nocturnas

“Parece perfectamente vigente y pertinente la consideración geográfica del cuerpocomo lugar colonizado, traspasado, modelado por el poder pero que, a su vez, a través de un proceso de autoconciencia, resignificación y reapropiación, contiene el embrión para ofrecerle resistencia”

Josepa Bru, El cuerpo como mercancía, 2006

Quedan pocos días para que termine el año y sentimos la necesidad de marcar un cierre de ciclo y prepararnos para recibir el 2019. Hace ya unos meses, cuando comenzamos la residencia, nuestro primer impulso había sido subir el cerro Alto Llay Llay. Este martes, junto a las mujeres del grupo de Arte y Feminismo, y nuestra colaboradora Paz Marín, volvimos a subirlo.

Acomodándonos a los horarios de la mayoría, partimos la caminata cuando ya era de noche. Con la oscuridad como compañera, avanzamos por un camino que pasaba de empinado pavimento a abundante tierra suelta que se levantaba con los autos que pasaban e iluminaban cada cierto rato el camino, revelando las heridas que provoca la extracción de áridos en esa  zona del cerro. A ciegas, fuimos reconociendo los cambios del suelo, que se volvía más firme y pedregoso a medida que el camino se enangostaba. Para algunas era la primera vez en subir y para la mayoría, si no todas, la primera vez en hacerlo de noche. Ese sentido de aventura fortalecía nuestros pasos y la confianza del grupo con el cual llevamos varias semanas reflexionando sobre la relación entre cuerpo y territorio. Idea que parecía encarnarse en este momento.

Nos detuvimos frente a una inmensa vista de Llay Llay desde arriba. Con las luces del pueblo a nuestros pies, y las de las estrellas sobre nuestras cabezas, formamos un círculo y cerramos los ojos. Despertamos al resto de nuestros sentidos y Paz nos guió en un ejercicio de observación a oscuras, invitándonos a recorrer la geografía de nuestros rostros con las manos, palpando nuestros propios relieves, texturas y accidentes. Luego de un rato, la extrañeza inicial desaparecía y nuestro cuerpo se sentía más familiar, más propio.

Tal como hace unos meses, subir el cerro fue una experiencia de encuentro. Pero esta vez con otro territorio, con el primero. Un reencuentro con nosotras mismas y nuestro lugar.

“Un cuerpo, aunque no todos los estudiosos de geografía lo crean, es un lugar”

Linda Mc Dowell, Género, Identidad y Lugar. 2012

Tamara

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