Un poco más de las 9 de la mañana y la dirección de la Escuela Básica El Chañar comienza a tomar forma.
Después de atravesar los exteriores de la escuela en pulcro silencio, llegamos a la recepción. Verónica, la secretaria, nos recibe con una sonrisa en la boca. Esperamos a la directora Jacqueline González para contarle que estamos en el territorio con motivo de la residencia. Cabe señalar que la escuela es una zona de bandera blanca, hasta hace poco bandas rivales de barrios se han enfrentado. La escuela es un lugar donde todos van y se respeta. En los pueblos y barrios se erigen como “los centros culturales”, y aquí con mayor razón.
Sientan a dos niños peleados. Pequeños, de cómo seis años. Que al instante están como amigos, conversando. Una chica mareada espera que sea avisada su madre para que venga a recogerla. Una más mayor viene pidiendo fotocopias para su curso. Por la ventana, una profesora acompaña a un alumno, “no puede respirar” dice el chico. Al instante, entra un profesor con una gran bandeja de torta donde sólo quedan migajas y un trocito destartalado, esto perfectamente podría ser el guión de un cortometraje.
Justo se liberó la directora, accedemos a su despacho. Dejamos atrás unos minutos de simpatía matutina de un lunes cualquiera.
Acordamos visitar la escuela una vez a la semana. Los miércoles de 15:30 a 17:30 profesores y estudiantes conocen la residencia, el consejo de la cultura de la región hizo su trabajo, muchos quieren participar de hacer cine.