«El saqueo a los pueblos originarios de sus territorios, culturas, prácticas ancestrales. La construcción del Estado, el dominio de territorio, el avance de fronteras de extracción. La violencia sobre el cuerpo de las mujeres y disidencias. El sistema educativo que homogeneizó e invisibilizó otras formas alternativas de educar(nos). Todo esto es parte de pensar el extractivismo.»
Raúl Zibecchi, 2018
Nos hemos dispuesto a pensar el extractivismo desde su más amplia concepción. El extractivismo no es sólo una consecuencia de un modelo económico, es una forma de plantear los modos de habitar y esto es quizás, el mayor peligro de las «sociedades extractivas». Comenzamos a entender que en un mundo donde la acumulación de riquezas a partir de extracción de recursos naturales, bienes que debieran ser considerados comunes o comunitarios, conlleva a construir formas de relaciones humanas fundadas en la violencia y el sentido de «propiedad». Junto a las mujeres del Círculo de Kuyen, hemos reflexionado a lo largo de estos meses en torno a qué implica habitar en un lugar que puede denominarse «zona de sacrificio», ¿qué significa ser mujer y vivir en un lugar como éste?
Empezamos a entender que el hecho de que Llay Llay tenga el índice de violencia intrafamiliar más alto de todo el Valle de Aconcagua o que la tasa de abortos espontáneos sea más alta en relación al promedio de todo el país, no son hechos aislados. Los modos de ver a la tierra, en relación al trabajo, a la producción y al capital no son muy distintas de los modos de ver a las mujeres, en relación a los mismos conceptos. Entender el trabajo de las mujeres más allá del asalariado, considerando sus labores de crianza, trabajo doméstico y comprensión afectiva, como un trabajo que sustenta, y en realidad, sostiene el trabajo de producción masculina, nos ayuda a ver el panorama completo. Aquí no es sólo la tierra la que es ignorada, utilizada y explotada, hay otros cuerpos que sufren la misma condición y al entender esto, comenzamos a ver esa violencia omnipresente en todas las relaciones y nos preguntamos ¿cómo construimos intimidades distintas, modos de habitar nuestras relaciones diferentes, si en términos sociales la «extracción» es considerada un modo correcto de conseguir lo que queremos?
Frente a estas preguntas, comenzamos a idear propuestas de creación que nos ayuden a reflexionar colectivamente, nos dispusimos a observar nuestros cuerpos como territorios, nuestra piel, nuestras cicatrices. Miramos la tierra en el cerro, sus marcas y heridas. En este proceso de exploración fotografiamos fragmentos de nuestros cuerpos y decidimos visibilizar el extractivismo sobre nuestro primer territorio.
Amaranta.