BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Agua, Transito y Memoria Colina - Lampa, Región Metropolitana - 2019 Residente: Organización Comunitaria y Cultural La Finca
Publicado: 27 de enero de 2020
Memoria del agua, saber de lo vivo.

 

Durante estos días -entre el calor, los peluches abandonados y las arañas de rincón que también habitan junto a nosotrxs uno de los pabellones de “El patroncito”- nos hemos ido adentrando un poco más en la memoria de este territorio y comprendiendo mejor por donde encauzar la colaboración con parte de su comunidad. A través de mapeos espaciales y temporales hemos comenzado a vislumbrar de forma más concreta las huellas que hasta hoy deja en la comunidad una historia marcada por la explotación y la pérdida. Como ya atisbamos en una bitácora anterior, la explotación del agua y de la tierra se ve encarnada en la especulación inmobiliaria y el desarrollo industrial que se impuso sobre este territorio en los últimos 40 años, “desarrollo” que bien refleja el tránsito desde un modelo colonial de subordinación latifundista y rural hacia uno de carácter neoliberal vinculado a la expansión urbana, en el cuál la interacción con los ecosistemas simplemente no es algo a tener en cuenta (ni siquiera en aras de su dominación). La biodiversidad y las bioculturas -en este caso agrarias y mestizas- simplemente son borradas, o en el mejor caso folclorizadas, debido a su carácter improductivo en términos de capital acumulable.

Desde la observación de este contexto y la simultánea interacción con la comunidad emerge una variable imposible de no tener en cuenta y que nos afecta a todxs quienes nos estamos involucrando en la residencia: la variable de la salud emocional, mental y comunal. Este tema, que ya fue insoslayable en una interacción previa que realizamos en el Vergel Alto -sector arrasado por el gran incendio de Valparaíso del 2014- hoy vuelve a aparecer con fuerza al momento de relacionarnos comunitaria e inter-subjetivamente. Existe un modelo social que ordena las relaciones y las emociones desde un deber ser. Según este modelo existen relaciones y emociones “propias” para cada estrato funcional a la sociedad capitalista: individuo, pareja patrimonial, familia, circulo académico/laboral, círculo social.  Estos estratos funcionan como estrechos anillos constrictores en torno de la subjetividad individual acuñada por la mente cartesiana. Emociones vetadas de este orden, como las emociones comunitarias, las emociones de amistad y afinidad política o de llana afinidad erótica, las emociones inter-especie, ecosistémicas o cosmológicas y otro sin fin de afectos alternos que pueden darse desde lo que Suely Rolnick llama “el saber de lo vivo”, brotan de forma inquieta, contradictoria e incluso hostil cuando abrimos o habitamos una dimensión para que ellas se manifiesten.

En virtud de esto es que uno de los afluentes que sentimos debe ir nutriendo el cauce de la residencia tiene que ver con la exploración del cuerpo emocional: personal, colectivo y trans-humano. Para la tradición cabalística el agua ha servido clásicamente como símbolo para caracterizar la dimensión emocional de la experiencia. Coincidentemente, el agua como motivo para la colaboración ética, estética y política es aquello que está articulando el sentido de nuestra residencia en Estación Colina.  El agua como vida, como memoria, como sentir: y no cosificada como un mero recurso para la producción y la mercantilización.

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