Nos encontrábamos haciendo terreno toda esa semana en Las Cascadas. Esta localidad es la segunda más poblada de la comuna de Puerto Octay y en verano el turismo es bastante fuerte. Las Cascadas forman parte de la Ruta Interlagos, por lo que se puede acceder al Parque Nacional Vicente Pérez Rosales por su extremo norte. Ya habíamos podido conocer un poco el pueblo y admirar su estilo de vida. Como es verano, las personas disfrutan de las playas y todos los atractivos naturales que esta zona ofrece. Habíamos hablado ya con algunas personas y notamos que es un pueblo bien activo, más allá de que en verano todo se activa, percibimos harto movimiento de parte de la gente. Junta de vecinos, club del adulto mayor, comunidades indígenas, empresas turísticas, grupos folclóricos, entre otras organizaciones sociales. Hay una feria permanente en las instalaciones del terminal de buses, que al parecer nunca ha funcionado, donde vendían unas empanadas muy ricas. Esa feria era nuestro centro de operaciones en el pueblo de las Cascadas.
La cuestión es que, en nuestra misión de catastro, varias personas nos contaban que a un costado del terminal de buses vive Misael, que había sido campeón de cueca de lugar y le gustaba. Al estar al lado de nuestro centro de operaciones en la localidad podría parecer que era cosa sencilla, pero, todo lo contrario. A propósito, no se puede dejar pasar el nivel de queso que tenían las empanadas de esa feria. Una cosa más que generosa que venían muy bien después de una jornada de trabajo. Además, vendían sopaipillas, completos, te café y empanadas de mariscos, de una señora que venía de la costa.
Encontrar a Misael nunca fue fácil, la primera vez que fuimos a su casa no había llegado del trabajo. La segunda había llegado, pero había salido y no se sabía a qué hora iba a volver. Nunca estaba en casa, llegaba después del trabajo y salía. Solo una vez pudimos hablar con él. Era un tipo joven, atlético que trabajaba como obrero. Cuando le contamos lo que andábamos haciendo poco nos creyó, pero igualmente mostró pasión por el folclore y nos contó que había sido muy activo participando de un grupo folclórico del lugar, pero que ya no participaba, que igual lo extrañaba. Nos confirmó que había sido Campeón Provincial de Cueca, representando a su localidad. Se notaba un buen tipo, que al igual que la gran mayoría de las personas con las hablábamos en toda la comuna, vibraba con el arte, en su caso bailar cueca y promover el folclore nacional. Cuando le dijimos que él también era un artista se notó su emoción, pero también la duda. Le gustaba, pero no había continuado.
Aprovechamos de aplicarle la encuesta y lo invitamos a reactivarse y que fuera a la mesa comunal de cultura. Nos dijo que si, más que nada por no decirnos que no, parece que le caímos bien. Pero la verdad es que no se veía muy convencido de las cosas que le contábamos. Nunca en mala onda, pero, como se dice, nunca tan interesado tampoco. Las sucesivas veces o andaba trabajando o andaba por ahí. Donde, no tenemos idea, nadie sabía. Finalmente, el número de teléfono que nos intercambiamos nunca nos contestaba y su hermano nos dijo que se le había perdido, que andaba con otro número pero que él no se lo sabía. Y así sucesivamente. De modo que dejamos de insistir y respetamos las circunstancias. Igual fuimos insistentes, pero sencillamente no se dio. Asumimos que esta es la historia de un campeón que nunca pudimos conocer.