Hace algún tiempo tuve el agrado de conocer el proyecto Habrá Futuro de Isabel Torres y Ana Edwards, no tan solo me llamó la atención lo lúdico del proceso de construcción de una reflexión colectiva, sino también la espontaneidad con que funciona, generando una especie de factor sorpresa de lo que pueda acontecer desde las voces y acciones de niñas y niños. Es por esto que decidimos invitar a la artista Isabel Torres, con el fin de que con la experiencia de Habrá Futuro, nutra el proceso de residencia, generando un ambiente reflexivo dentro de la comunidad, lo que nos permita crear el nexo y una diálogo entre adultos, jóvenes y niños.
«Este proyecto nace en un contexto muy específico en Cerro Sombrero (Tierra del Fuego). Justo eran las elecciones municipales, y con mi compañera Ana Edwards hicimos la reflexión de que las elecciones siempre ocurren en los colegios y los niños son desplazados de su lugar, no ocurriendo ningún acto simbólico en relación al participar, al ser posibles voceros y actores políticos. Decidimos llevar a cabo gestos democráticos y entonces sucedió La Toma (ejercicio/experiencia al interior de la sala), donde escribieron sus consignas y dieron origen a La Marcha Infantil. Luego de eso ya han sucedido dos más. La última, aquí en San Dionisio».
Sobre el acto de marchar
«Para mí es hoy un ejercicio que tiene otra vida. En relación a cómo definimos la política, donde si no hay colectividad no hay nada. Marchar puede ser un acto de amistad, ya que es una fuente de empatía. Sucede algo interesante cuando escuchamos las voces que nunca escuchamos. Sucede una especie de eco en el resto de la comunidad…».
Respecto a la experiencia vivida en San Dionisio
«Toda la escena mientras marchábamos fue especial. Los mayores testigos no eran seres humanos, sino que era el propio territorio. Le contaba a Ana (Edwards) por teléfono que los testigos eran los árboles, las vacas, los perros… Creo que, por lo que hemos visto, lo que ha sucedido y que los vecinos de San Dionisio hayan compartido la información de la marcha, se crea un grado de complicidad que se convierte en una evidencia de que, como artistas, no es que simplemente nos interese estar aquí, es que ya es algo que te comienza a importar. Creo que ese cambio de concepto es súper reivindicatorio. Ya no se trata de lo que nosotros queremos decir, sino sobre lo que queremos contagiar para que otras y otros puedan descubrir lo que quieren decir y se lo quieren decir a su propia comunidad».
Sobre el territorio
«Creo que hay una relación muy armónica entre las personas y su entorno natural, como si el protagonismo se lo llevara la tierra diseñando el comportamiento de su comunidad. Por ahí cuando una viene de ciudades en donde justamente sucede lo contrario, se tiende a pensar que el volumen está muy bajo, como si hubiese que despertar… Y me doy cuenta de lo mal está hecha esa ecuación, cuando justamente lo que hay que hacer es entrar en esta situación más dócil. El manifiesto de convivencia no lo ponemos nosotros, está dado.Tal vez esa es la reflexión que me llevo de San Dionisio».
Texto y entrevista por Juan Francisco González