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Residencia: La reinvención agraria San Dionisio - Panimávida - Colbún, Maule - 2018 Residente: Juan Francisco González
Publicado: 28 de noviembre de 2018
Por una historia viva

La historia de San Dionisio se remonta a la época de la Reforma Agraria, impulsada por la Iglesia Católica entre los años 1962 y 1963. Fue unos de los cinco pueblos donde se dio punto de partida a este nuevo gran hito para la historia nacional, que más tarde se propagaría a lo largo de todo el país. Con esta información, hoy sabemos cuándo y cómo se originó la vida de campo y la actividad agrícola como la seguimos conociendo, y es que más allá de fechas o acontecimientos importantes durante este período, lo que esperamos resolver respecto al devenir de San Dionisio es su esencia como pueblo. El relato que no se lee en los textos de historia o en los registros de quienes han revestido algún tipo de poder en el territorio, porque a veces la historiapuede ser también la retrospectiva en el presente de sus propios habitantes.

Así seguimos nuestra investigación, buceando en la memoria viva de sus habitantes, cuando llegamos a cruzar la puerta de uno de los fundadores de San Dionisio. Humberto Norambuena, quien ha sido testigo de los últimos 80 años de vida del pueblo, llegó a sus 8 años cuando el lugar era propiedad de una sola persona —el dueño del llamado Fundo San Dionisio— para quien trabajaba por algunos pesos y dos galletas diarias para calmar el hambre. A la edad de 10 años, Humberto participaba de la construcción de la clásica capilla de la localidad, colocando las primeras piedras de la que hoy permanece como uno de los principales hitos del lugar.

Don Humberto nos compartió cómo era la vida durante esos años, desde sus primeros recuerdos viajando a pie junto a su mamá desde San Dionisio hasta Linares. Una travesía de 4 horas diarias, por un camino de tierra, donde su ruta empezaba a las 5 de la mañana para aprovechar el viaje y vender madera en el camino.

Nos habló de la llegada de la Reforma y la gran oportunidad que representaba entonces. En esos tiempos, acomplejado por no estar casado todavía (condición para acceder al beneficio), no tuvo reparos en poner en práctica su retórica, seduciendo a la inspectora a través de su humor y amor por la tierra. Pero también nos relató la odisea de trasladar su casa desde el sector de La Invernada hasta San Dionisio, para la época en que se iniciaban las construcciones de la represa Colbún.

Humberto recuerda muy vivo el entusiasmo de la gente del pueblo para trabajar juntos y hacer que este nuevo modelo funcionara para todos, remarcando la misión de la cooperativa que juntos pensaron y que ellos mismos, los trabajadores, se encargaron de dirigir.

Cuando le consultamos sobre la participación del pueblo de San Dionisio, recuerda el compromiso con las tareas de la comunidad en aquel escenario de incipiente asentamiento (el arreglo del camino, las cosechas, las necesidades básicas). Y ya que la población era cercana, recuerda cómo siempre el esfuerzo culminaba con una gran fiesta después del trabajo. Cada jornada significaba un triunfo que había que celebrar, entendiendo el desafío que implicaba someterse diariamente a los estándares de producción fijados por la Reforma y del cual muchos quedaron abajo al cabo de los primeros tres años de prueba, siendo expropiados de sus terrenos recién adjudicados.

La importancia, en este contexto,de valores como el trueque y el apoyo mutuo, se ven reflejados en una de las reflexiones finales de Humberto, que afirma que «no siempre había comodidades (como agua o electricidad en el invernadero), pero teníamos lo más importante: éramos felices».

Cada nueva puerta que cruzamos, suma una serie de miradas al relato global que ya empezamos a ver más claramente. La historia hablada es la historia viva.

Célia

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