BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Central recolectora Cecrea - Valdivia, Los Ríos - 2019 Residente: Mariana Catalina Carrasco Ruiz
Publicado: 13 de enero de 2020
jalea – realidad – virtual

 

Llegamos a la Menzel en la hora que lxs cabrxs patinan a guata pelá en el skatepark a un costado de la sede donde esperábamos la llegada del presidente. Después de varios intentos algunos más otros menos acertados logramos concretar un encuentro con la junta de vecinxs. Por suerte estaba la Alicia de quién ya con muy buena consideración nos habían hablado algunxs pobladorxs porque donde el machismo recalcitrante de esa reunión nos quedó debiendo respeto, tiempo y energía, ella con entusiasmo táctico nos cantó en pocas palabras el panorama de la población como quien entrega una invitación a tomar once escrita al reverso de la cuenta de la luz impaga. Esto hay esto no hay sean bienvenidos y hagamos lo que haya que hacer. Más nada, la legal. A los dos días estábamos de vuelta pegando afiches de lo que sería la primera jornada de trabajo con niñxs y vecinxs de la Menzel y Collico convocada para el día subsiguiente en la playa. Tal cual describió la Alicia y con ella ahí en las ruinas de la plaza de una villa inaugurada hace menos de una década con el nombre de Nueva Región, nos sentíamos como en un juego de realidad virtual entre medio de niñxs que daban vueltas en sus bicis alrededor de un parquecito de Chernobyl. Un plano más allá una sede vecinal recién pintada de fucsia y por inaugurarse espera que atravesemos el umbral de su puerta para ganar la etapa. Al cruzar nos dieron ganas de traer a esxs niñxs a nuestra realidad virtual y como en Minecraft levantar terrones que construyan formas aleatorias en el tablero simulado de la plaza, cualquier forma, cualquiera mejor que esa horrible y real más parecida a los mundos desolados del Doom. Nos despabiló la Alicia para que les entreguemos los flyer a lxs niñxs, seguimos su instrucción sin descartar esa inminente posibilidad.

 

Los procesos comunitarios me parece que son iguales a los del ser humano porque también tienen que ir pasando por estadios, estadios de creación nos contaba el José Luis un artista del Neocollico como le dice él a la villa nueva dentro de esta población antigua, construida sobre el relleno de un humedal que diez años atrás había sido el refugio de los cisnes de cuello negro que la celulosa Arauco dejó sin hábitat. Nos lo había dicho la Milena horas antes mientras empapelamos el barrio con carteles junto a sus dos sobrinas que hacían de voceras. Lo acompañamos a dejar a su hija del medio a la clase de patinaje en el gimnasio de Collico y emprendimos caminata junto al coche de la Isabela mientras nos iba relatando cómo fue que cinco años atrás lograron trazar un diseño participativo para lo que es hoy la parte urbanizada de la playa. Vimos a la legua que, primero, nos estábamos cayendo bien, segundo, jugaba de local en la recuperación de espacios dentro de su propio barrio, tercero, que nuestras formas de ver y hacer las cosas tenían la misma onda, octavo paradero cuando escuchamos que dijo el uso hace la forma. Nos miramos de reojo piola para entregarle una invitación escrita al reverso de una cajita de jalea Caricia  que preparamos en la casa al comenzar la residencia y  llevaba dos semanas intentando cuajar. Ya de vuelta aunque estábamos satisfechxs de la jornada  le hincamos el diente a ese amarillo crepúsculo sabor idéntico al natural que iluminó en nuestro cansancio cegatón lo que durante estos tres días se nos había mostrado tan evidente: poblaciones vecinas con la demanda común de la recuperación de espacios públicos y su ocupación desde lo comunitario. La jalea nos mandó a acostar con esa sensación rara de atesorar una conclusión clara pero inestimable.

 

 

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