Sobre el deseo común que tenemos de recuperar la plaza desde un levantamiento comunitario a lxs niñxs les pareció imperativo plantearle a lxs vecinxs – más allá de sus propias mamis- la necesidad de trabajo conjunto y colaboración así que para ello pensamos en la siguiente táctica: haremos una once par invitar a todo el barrio y ahí mostrar lo que hemos venido haciendo este mes y nuestro plan maestro para la reconstrucción pero para ese día es importante que haya comenzado la mano de obra porque así verán que ya estamos haciendo cosas osea que no les estamos pidiendo permiso sino que algo así como se unen o no se unen, así fuimos elucubrando. Resultó entonces que fijamos la once para la semana siguiente y que ese día haríamos los preparativos.
Comenzamos construyendo un mapa de la plaza donde abordamos el espacio en una sola dimensión y relacionamos los hitos que a lo largo de las derivas habían sido relevados así que pudimos ver a escala, desde arriba y en un soporte acotado un terreno que llevábamos viendo frontalmente la mayor parte del tiempo. Antes de terminar nos dimos cuenta que faltaba el camino interior que atraviesa la plaza pero cuando lo hicimos notar resultó que ningunx de lxs niñxs tenía conciencia de este camino, salimos. Dónde está el camino les preguntamos paradxs sobre él pero nadie lo veía porque efectivamente ya no existían rastros de sus límites y las pequeñas piedras que intentaban darle consistencia y rumbo dentro del plano estaban como dinamitadas desde los contornos y el pasto ahora ya seco había tomado su lugar borrando fronteras. Les mostramos el camino supuesto y asintieron con un ok como diciendo ya sí ahora veo que esto es un camino pero ¿y? Y nada… El uso hace la forma así que les pedimos que hicieran el camino al paso que quisieran y la respuesta casi unánime fue que en realidad no llevaba a ninguna parte. Intentamos entre todxs descubrir por qué había sido diseñado de esa forma o qué querían provocar quienes así lo construyeron, no sacamos ninguna conclusión y luego entramos de vuelta a la sede para trazar el camino en el mapa con una nueva configuración mental.
Al terminar el mapa lo pintamos con témpera y además llevamos dos tarros de pintura y brochas de varios tamaños sin mucha idea previa más que la de tirar líneas ahora en el espacio real que hicieran visible el proceso de levantamiento que hasta ese minuto estaba gestándose al interior del grupo en término de deseos, observaciones y bosquejos. Sugerimos delinear los contornos de la plaza, bordes de calles y caminos, justamente para que aparecieran los espacios del diseño original que el tiempo y el abandono volvieron indeterminados pero lxs niñxs se negaron, les parecía mucho más importante darle color a los juegos que para ellxs son los únicos elementos que merecen su amor en ese territorio chatarroso y claro ¿para qué abonar un viejo sistema que fue infértil? lo que estábamos proponiendo seguramente no tenía sentido como el camino que no lleva a ninguna parte.
Cuando se separaron en dos grupos para ponerse a pintar nos dimos cuenta también que nuestra elección de colores había sido fallida: coral y turqueza condicionaron la autodistribución de lxs niñxs en grupos no mixtos cosa que hasta el momento no había pasado. Otra lana roja que amarrar al índice de nuestra mentalidad normalizadora pues ambos desatinos me hicieron sentir un viejo aparato reproductor de un orden infértil. Pese a todo lxs niñxs organizaron su propia forma de trabajar e irrumpieron con una energía pletórica y germinal sobre los juegos de la plaza, sobre el centro de la población. Vimos cabezas de vecinxs asomándose mirones y mudos desde las ventanas o de las rejas de sus casas y escuchamos decir a lxs cabrxs ¡esto era lo que queríamos po! en una jornada que se tomó toda la tarde, la propiedad y la alegría.