Mawün mew
Ti mawün dunguenew,
dakin dungu
ka lelituenew mapumew,
welu umülünmunagy
ñi am-mew
ka puy alü mapu.
Ñi piuke ülkantun-femngey
mawün ülkantun,
ñi rakiduam
ñi füch-keñ-ngey.
Desde la lluvia
La lluvia me habla
con frescura,
me mira desde el suelo empapado
luego se desliza por mi espíritu
hasta el otro lado del tiempo.
Mi corazón es como el canto de
la lluvia,
es el olor fresco
de mis pensamientos.
Leonel Lienlaf
Un machete raja el cielo y por la rajadura un torrente de agua empuja al suelo que salpica como catarata durante 5 minutos, 20, incluso una hora. Cesa y amaina la mente o el corazón hasta el próximo aguacero del día. Así la primera semana, mawün mawün mawün.
Sacamos la libreta de teléfonos enroscada por lo húmeda para marcar otra vez los números que en los primeros intentos no nos pescaron. Aló, estará don Alejandro? No mijita él está hospitalizado por problemas al corazón así que a la espera de la operación. Se nos estremeció la guata. A Don Alejandro lo conocimos en la primera pasada por la Menzel en el invierno. Llovía con menos fuerza pero más helado y en la sede secándonos la ropa en la estufa conversamos sobre construcción: la de los Rukos en los tiempos de la toma, la del cauce del río San Pedro para el Riñihuazo y la de la patria grande de Simón Bolívar. Al viejo obrero del primer cordón industrial de la ciudad le dejamos deseos de una pronta recuperación con una cierta desesperanza, por su corazón mal traído y también por la pérdida de ese entusiasmo colegial que nos mandó a llamarlo para trabajar junto a él. Marcamos el teléfono de Elizabeth. Bla bla bla bla toda la explicación del porqué el cómo y el cuándo del proyecto, párrafo que ya tenemos medianamente dominado ¿De dónde llama usted? ¿Bueno pero para qué me llama a mi? La señal de un entrecejo fruncido nos llegó al instante. Porque entiendo que usted es dirigenta del comité de adelanto y pensé que… No mijita, yo ni siquiera estoy en Menzel ahora. Llame a Don Alejandro, con él tiene que hablar. Elizabeth tuvo que enterarse por boca de una extraña la noticia del mal de corazón. Mi viejito lindo! Qué pena más grande… a él le mataron a un hermano hace poquito eso lo debe haber puesto mal. Fíjate que a mí se me quemó la casa hace unas semanas y él fue el único que me ayudó, el único. La mala suerte anda en la Menzel, ándate a trabajar pa otro lado mejor. Terminamos la conversación con una risa agria y cómplice de su humor resignado. El agua nos pareció que escurría espesa por la ventana con las nuevas que nos veníamos enterando. Lo que duró las lluvias fue un puro naufragio de llamado tras llamado porque lo que fuera que había que concretar tenía que esperarse no más el final de nuestro bautizo diluviano.
El poema de Lienlaf lo encontramos cuando ya todo estaba seco y lo leímos varias veces como para sacramentar algo que en el fondo no entendemos aún. Elizabeth, me dan ganas de decirle, a mí también lo de la Menzel me da pena.