Esta será la última vez que nos veamos pero no había cómo decirlo porque no lo sabíamos y bueno porque el futuro no existe o si existe permanece en una esfera de intuiciones y predicciones donde el tiempo no es lineal y quizá prueba de ello es lo que nos pasó con la Danllela ese día o más bien ese momento del día que se coló como un laaaaaargo eco en el tiempo que vino después.
El día anterior ya habíamos recolectado materia prima para la fabricación de nuestros modelos de bote así que a orilla de playa teníamos un cerro de botellas plásticas, fibras de hojas y árboles, ramitas, palos y algunos huiros además de materiales que llevamos a pedido así que entre la guía de los prototipos que habíamos dibujado y lo que iban sugiriendo los elementos o el que hacer mismo fuimos dándole cuerpo a las embarcaciones, trabajamos casi todxs en dupla menos la Danllela que hace dos días se concentraba en transformar un viejo repisero que encontró tirado en la arena en una especie de asiento que iría a favor de la corriente llevando al navegante y no sé realmente cómo fue que pasó ni exactamente qué fue lo que dije (y lo que haya dicho fue una rotunda mierda) pero como sea que haya sido puse en cuestión la capacidad de flote de su invento. Se dio media vuelta a los columpios y el artefacto quedó ahí y yo volví con otra dupla sin percatarme aún lo invisiblemente trizado que dejé un proceso de trabajo concienzudo y experimental. El agua que se derrama no se vuelve a recoger. Al rato me acerqué a la Danllela onda oye pero démosle de nuevo con tu modelo po si podemos buscar una solución etc etc etc pero todo fue en vano porque ella quería estar sola. Puta que la cagué y me puse a pensar qué harían mis viejxs que son profes y pensé que haría la Paulina que es su mejor amiga y pensé qué haría una inventora de artefactos y le pregunté al Jose y al Floro qué hacemos y en realidad no se me ocurrió nada así que nada hice más que continuar con lxs otrxs cabrxs que estaban embaladxs en la construcción de sus botes, pero siempre con un ojo acá y otro allá o con un oído afuera y otro adentro tratando de escuchar alguna recomendación interior que pudiera ayudarme a reparar el daño de ese corazoncito roto. Mientras en el río ya iban zarpando los primeros modelos que además de navegar por el flujo que les daba el viento y el río, sin caerse ni desarmarse, debían pasar las pruebas que el Lukas como una especie de lobo marino temerario les desafiaba desde el agua a los botes y a sus creadores, poniéndoles rocas que iban aumentando el peso gradualmente y si los botes no pasaban estas pruebas debían volver a reconfección así que por ahí paso la balsa tejida de la Mari, la dalca entramada de la Isa, el bote de reciclaje de la Alicia, el kiefef de tapas de botella de la Martina, una especie de wampo de botella inspirado en el gato Doraimon del Vicente, el kayac nido de la Kassandra y el pontón de cartón del Lukas que apenas tocó el agua se deshizo así que por esa razón se agenció como celador del embarcadero.
La tarde iba pasando registrada en las marcas de agua en la ropa de lxs niñxs ya casi todxs dentro del río jugando entre medio del oleaje brillante y los botes que flotaban en amagues de timoneles, en la orilla el Vicente había anclado su wampo a la silla de ruedas y la Alicia que apenas se mojaba las patas fotografió con su celu el impecable bote que había fabricado y que más bien parecía una barcaza cargando el peso de lxs cabrxs que lo usaban como transbordador, como motor de nado, como proa o quilla de sus propios cuerpos. Feliz la Alicia y mirándola feliz a ella y su modelo ejemplar me dije con emoción…qué gran dirigenta es la Alicia. De más allá venía caminando la Danllela junto al Jose porque después de varios intentos logramos reintegrarnos a ese buen momento que estábamos pasando y aunque no quiso retomar su prototipo original sí tomó ideas de sus compañerxs y de nuevos materiales para hacer una versión liviana del asiento náutico que cuando estuvo listo fue probado sobre el Kalle kalle y bajo el peso de su cuerpo que se hundió lentamente mojándola hasta el mentón. Estábamos todxs expectantes y de algún modo amasando nuestras reacciones subyacentemente porque la emocionalidad desde ese momento se volvió un terreno sumamente delicado, pero el lobo marino soltó una risa media burlona como gesto de hermano y le seguimos todxs en una fraternidad de carcajadas. La Danllela levantándose empapada se tiró una frase chistosa mientras rescataba los restos de su invento y en el desenlace de nuestras risas nos preguntó ¿Por qué si el cuerpo es más pesado que el agua y que éste bote, yo puedo flotar entonces? El Lukas no dio tiempo ni pa pensar tirando su contrapregunta ¿y qué vamos a comer?
Salieron del agua como una versión de ellxs mismxs luego de un viaje espacial que te arruga en una medida de tiempo relativa y con esas manos plegosas se bajonearon el queque como astronautas que vuelven a casa. El sol estaba tocando la línea del río y los botes descansaban juntx a nosotrxs algunos totalmente maltrechxs, otros medios averiados y el de la Alicia ahí resplandeciente con su vela apuntando nuestro centro. Nadie llevó ropa de cambio así que nos estilamos en abrazos de despedida y todos pa arriba de la camioneta.
Esta es la última bitácora y en estricto rigor el último momento en que estuvimos todxs juntxs en presencia antes de comenzar la cuarentena por el bicho del covid pero a la luz de los días y la oscuridad de las noches, el tiempo y el espacio de esa tarde en la playa se vuelven medidas imaginarias igual que un sonido con delay o retardo trama su origen hasta desintegrarse en otro sonido o como cuando algo vivo entra en descomposición en el interior de nuestro cuerpo, de la mente, del recuerdo o la experiencia. Ese día comenzamos como el primer día, nos quebramos y nos volvimos a recomponer como el último que no sé si fue ayer u hoy extrañándoles montones y esperando retomar el proceso de recuperación de la plaza y ocupación de la playa. El agua que se derrama no se puede recoger, vamos a ver el río correr, vamos a ver el río correr.