Lo colaborativo para mi se sustenta en una experiencia que permita compartir un proceso, entre diferentes sectores de la comunidad, de diferentes edades e intereses, conocernos mejor y participar de una misma ceremonia, en donde “la obra” sea un efecto secundario de este. Es aquí en donde el mate empieza a girar.
Compartiendo mates que corrieron de boca en boca, también traspasamos historias y vivencias de los pobladores de San Dionisio. Corrieron fotografías familiares de mano en mano a lo largo de toda una tarde, y cuando ya bajaba el sol aparecieron las guitarras, el acordeón y la armónica, instrumentos que también se trasladaron de puesto en puesto al tiempo que pasábamos de canción en canción.
El estar en el espacio de la cooperativa no es casualidad, este espacio es más que una edificación en situación de abandonado, es un lugar que se proyecta como centro de las memorias y proyecciones del imaginario local, circulando entre la nostalgia y los deseos futuros, funcionando como un espejo de la comunidad de San Dionisio, es así como se proyecta como un espacio en resistencia contra el letargo que lo habita en la actualidad.
Cerrando la jornada, llegó la hora de ordenar el espacio y comenzaron a correr las sillas y mesas que más temprano trasladamos desde la escuela hasta el lugar. Nos repartimos las tortillas sobrantes y dividimos funciones para reestablecer el orden de la cooperativa, que una vez más volvió a ser reactivada por sus mismas vecinas y vecinos. Incluso quienes llegaron a pie fueron ofrecidos para volver en auto a sus casas, recordando que aquello «colaborativo» de lo que hablamos, lo llevan más presente de lo que creen.
Texto por Juan y Pilar.