Caminábamos juntxs por la orilla del río rumbo a la playa para partir un fin de semana destinado a llevar a cabo el plan del Lolito pro: buscar modelos, hacer planos, prototipos de embarcaciones y probarlas. En medio del camino paramos donde aún se veían los restos de la embarcación que engalanada por el Club de Amigos de Flor del Prado no zarpó hasta el desfile de la noche valdiviana y ahí flotando sobre sus ruinas de madera debatimos cómo fue que el pontón dio tanto giros en su propio eje que terminó avanzando hacia atrás. Varias fueron las teorías que remataron con la pregunta ¿y si los viejos no pudieron…seremos capaces nosotrxs de hacer nuestro bote aún si no sabemos na de cómo hacerlo? La respuesta unánime nos abrió la puerta a la siguiente etapa de nuestro recorrido.
Era viernes en la tarde y aunque el sol andaba de seductor haciendo brillar el Kalle Kalle en la playa no había ni un alma seguramente por el inicio del año administrativo, léase escolar y civil en el país, viendo la playa tan pelada nos transportamos irremediablemente al inicio del verano y visualizar nuestro primer encuentro ahí parecía una epifanía o alucinación o un todo fue un sueño Mike… Nos apotingamos en las mesitas de madera y comenzaron a circular las fotografías con modelos de navíos prehispánicos que condimentamos con datos curiosos estilo revista Muy Interesante, como por ejemplo que a finales del Siglo XX y a raíz de la reducción de territorio que el estado chileno hizo del territorio ancestral se prohibió el uso de los Wampos mapuche por órdenes de los terratenientes y autoridades mientras, éstos por su lado, introducían las primeras flotas a vapor para el transporte de pasajeros y explotación de los bosque todo esto escondido tras la ya conocida labia del progreso económico, así que seguramente chiquillxs aquí donde estamos ahora en la ribera del río hubo un tiempo para esas canoas hechas a una sola pieza con un puro tronco de Coigue, Lenga o Ñirres ahuacados. De ahí nos fuimos pal norte a ver las Dalcas de los Chonos o llamadas después piraguas y que en algunas de las crónicas de españoles se las ponderaba como las mejores embarcaciones para el pacífico por la destreza de su construcción hecha para largos recorridos en zonas de mucho oleaje e itsmos, además de ser flexibles y desarmables y ¡siiii la de cuero de lobo! dijeron lxs cabrxs al tiro. En Tierra del Fuego cachamos las Kiefef o Hallef que mucho más que embarcación era una casa de 8 o 9 metros donde al centro había un fuego que nunca se apagaba porque los Kawesqar eran un pueblo de cazadores y recolectores nómades que para hacer del bote su vivienda cocían las cortezas de los Coigues con nervios de ballena y luego las enmallaban bien enmalladas, y de ahí pasamos por un par de balsas rústicas de la china, india, cuba y otros inventos latinoamericanos con materiales reciclados de la basura. Cada quien se dispuso a dibujar su propio estilo de bote en papel o en la arena así que en la playa de Collico se dejaron ver dalcas de botellas de plástico, piraguas de neumáticos y balsas tramadas o tejidas como nos imaginábamos un hallef. La Danllela fue más lejos y sin modelo ni que ocho cuarto comenzó con su inventiva directo en los materiales que había recolectado por ahí, que no era más que una especie de marco de velador y al verla el resto de lxs cabrxs se motivó con la recaudación de materia prima. Para el día siguiente esperábamos el mismo sol coquetón que iluminara nuestro trabajo.