BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Ventarrón Ñirehuao - Coyhaique, Aysén - 2018 Residente: Juana Guerrero
Publicado: 18 de noviembre de 2018
Al misterioso lago

El viernes fuimos donde la señora Elvira a tomar los mates, la tarde estaba muy fría y el clima, cual humano, es una cuestión muy cambiante. Casi todas las mañanas empiezan con un sol resplandeciente, solcito de eterno invierno que calienta con suerte hasta las 12. El viento marca fuerte su presencia, es tanta la fuerza que aveces confundimos su manifestación con temblor.

Elvira apenas nos ve nos invita a pasar, parecía estar sola pero Evaristo, su marido, entró algunos minutos mas tarde por la puerta trasera, traía leña para a la estufa-cocina.

Mientras se calentaba el agua para los mates, Elvira nos preguntó como habíamos preparado el salmón, nos dijo que come por lo menos tres veces por semana este pescado pero que nunca hecho en alusa. Hablamos sobre la preparación de la comida, lo único que no habían comido ese día fue el pebre y el pan, el primero porque estaba muy picante para su gusto y el segundo porque no están acostumbrados a comer con pan, el pan es para la once.

Ninguno recordaba a sus abuelos, cosa que nos llamó la atención, decían que eran hijos de padres libres, por lo que a muy temprana edad comenzaron a hacer sus vidas de forma independiente. Siempre han sido del sur y dicen no imaginar la vida en otra parte. Ella con 86, él con 74, formaron una familia de 6 hijos criados entre su campo, Ñirehuao y Coyhaique. Todos sus hijos los parió sola, sin ayuda de nadie, y eso su cuerpo lo demuestra, vemos en ella la fortaleza de sobrellevar una vida a cuestas, es una mujer con carácter y de acuerdos firmes. En los ojos de ambos está la historia y quisimos ser testigos de una charla sincera en que nos cuentan que la vida cambia rápido sus escenarios, y estar con ellos esa tarde nos hizo testigos.

La tarde terminó con abrazos fuertes y con el goze de una significativa conversación, quedamos de vernos en el próximo hito culinario, pero antes pasaremos a dejarles la nueva invitación impresa.

El sábado, el profe Gonzalo nos invitó de paseo al lago misterioso. Éramos un grupo grande, entre los chicos de Servicio País, el profe, su novia y un amigo de la India que lo vino a visitar, más nosotros. Fuimos en dos autos e hicimos el recorrido por El Valle de la Luna. Es impresionante como nos interpela este paisaje tan aislado de nuestra realidad desértica.

Aprovechamos la ocasión para hablar sobre el fatídico episodio donde se asesinó aCatrillanca y dedicamos la velada a la lucha del pueblo mapuche.

Bajo grandes árboles instalamos una cocinilla, cocinamos juntos y pasamos la tarde tranquilos, disfrutando de la naturaleza.

De regreso a nuestra casa, hicimos una última parada en la sede comunitaria del sector Rodeo los Palos. Nos habían comentado que iría una banda y se reunirían personas de las localidades vecinas.

Los chicos que nos acompañaban decidieron no entrar, nos dijeron que el ambiente no es muy bueno por el alcohol, que es mejor que no nos relacionemos tanto. Desde que llegamos que nos hablan con cierto miedo o distancia sobre temas de comunidad, nos extraña un poco, pues aquí y en la quebrá del ají se arman reuniones entre comunidades y siempre, siempre hay un borracho molesto pero no por eso vamos a dejar de conocer estas instancias. Gabriela lideró el camino hasta la sede, y antes aclaró a nuestros nuevos amigos que siempre hemos participado de festividades populares de pueblos en el norte, por lo que entendemos qué riesgos puedan haber sobre todo con temas relacionados con el trago, pero también sabemos y sentimos que nada nos va a pasar. Los tres decididos, entramos.

Éramos los bichos más raros del lugar, nos habíamos puesto un bindi en la frente para irnos de paseo, y las miradas estaban en Sebastián. Los hombres se extrañaban de verlo con un accesorio y Sebas me preguntó si se lo quitaba. No, sin pensarlo le dije, no estábamos haciendo nada malo.

Nos compramos algo para tomar y sin dejar de sentir la mirada de los otros al ver a estos tres extraños, no dispusimos a escuchar la música y ver cómo se baila el chamame. La gente estaba pasándolo bien y pudimos saludar a algunas chicas del PMU y otros niños que conocíamos. La fiesta si bien se piensa que es para adultos, los niños nunca quedan fuera. Nos extrañó que la señora Juana del negocio, no nos saludara, siendo que siempre que vamos a comprarle es muy cordial.

Volvimos a casa emocionados, había sido un día de muchos estímulos y de grandes reflexiones, necesitábamos nuestra casa para decantar y encontrar el calor.

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