BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Ventarrón Ñirehuao - Coyhaique, Aysén - 2018 Residente: Juana Guerrero
Publicado: 13 de noviembre de 2018
Los treinta y tantos

El domingo por fin logramos terminar de instalarnos en la casa-taller temporal, estábamos ansiosos por conocer a la señora Sole, nos habían hecho buenos comentarios de ella. Preparamos el agua para tener listo el mate y dejamos galletas en la mesa, queríamos agradarle de todas formas, habíamos modificado el orden de su hogar y, a pedido de ella, sus pertenencias más personales las pusimos en cajas y bolsas. A eso de las tres de la tarde nos golpeó la puerta, le abrimos y finalmente nos conocimos. Su mirada nos dejó tranquilos. Hablamos de su hogar, cerramos el trato y le ayudamos a llevar sus cosas a la casa de atrás, que es de su hijo. Soledad vive en Coyhaique hace más de nueve años, trabaja como asesora del hogar de los dueños de la estancia Ñirehuao. Su jefe falleció hace poco y por esto dejará de trabajar para la familia y quedará cesante. Es madre de tres hijos varones, vive con uno de ellos, pues está separada. Crió a sus hijos en la casa que hoy habitamos, y las fotos que pudimos ver nos develaban que vivieron buenos y unidos tiempos. Esa tarde junto a Sebastián, preparamos un pastel de cumpleaños para Gabriela. A las doce de la noche cumplía treinta y tantos, así que la tarde transcurrió en la cocina, mientras hacíamos un cheescake de frutos rojos. Teníamos todo lo necesario y la receta nos la dio una amiga por audio de whathsapp. Mientras Gabi dormía una merecida siesta, aprovechamos para armar una once con completos y así despedir su año viejo. Estábamos en eso cuando volvió la señora Sole a tocarnos la puerta, esta vez para quedarse por más tiempo a charlar. Como era el festejo de nuestra compañera, abrimos un vino y comenzamos a disfrutarlo en su compañía. Nos contó episodios importantes de su vida en Ñirehuao, nos enseñó sus técnicas para encender el fuego y a las doce en punto cantamos juntos el cumpleaños feliz. Fue un momento muy emotivo e íntimo, nos sentimos acogidos y cómodos en la casa-taller temporal, este compartir era el abrazo que necesitábamos para comenzar nuestro trabajo en la cena que realizaríamos al día siguiente, para darnos a conocer e instalar nuestras primeras propuestas. Pero antes, nos dimos este momento para conocernos, celebrar y degustar el pastel.

El lunes arrancamos temprano, estábamos espectantes por el hito culinario “Comer: la excusa de la sobremesa”, esta es nuestra intervención de entrada a la comunidad, como ya habíamos mencionado antes, decidimos invitar en esta primera instancia a personalidades relevantes de la convivencia en la villa, incluso el terreno se podía poner caliente pues invitamos a representantes de distintas organizaciones que abiertamente dicen no empatizar el uno con el otro. El desafío entonces era juntarles. Nos fuimos a la sede de la junta de vecinos con todo cargado en el auto, estaban las chicas del PMU trabajando, así que pasamos a saludar y a comentarles que estaríamos usando su cocina para la cena y que esperábamos contar con ellas, además nos faltaba comprar huevos de campo, así que les pedimos que nos indicaran donde los venden.

El menú: Papas a la huaicaina (a la iquiqueña), salmón de la zona con salsa de queso, arroz basmati (directamente desde Zofri), pebre casero y pan amasado. La leña fue colaboración de la junta de vecinos. Lo primero fue hacer el fuego para encender la estufa-cocina, ni bien estuvo listo pusimos las papas a cocer, Gabriela, que dirigió la cocina, arrancó con la cebolla para la salsa huacaina,  comenzamos a preparar el arroz y Sebas la masa para el pan casero. A su vez, Gabi terminó el pebre, arrancó las espinas que quedaban en algunos pescados y comenzó a porcionarlos en alusa para luego agregarles un toque de sal, pimienta, salsa de tomate y crema de leche con queso de la zona. Con la masa alcanzaron justo 35 panes para untar en pebre, ordenamos las bandejas que nos prestó JP, reliquias de la escuela que se usaron años atrás en el comedor, y comenzamos a distribuir las primeras porciones de pebre. Los primeros en llegar fueron la señora Raquel con su marido don Tito, a los pocos minutos se comenzaron a juntar nuestros invitados, llegó Loreto, la señora Elvira y su marido, Naya, la vicepresidenta de la junta, Gloria, las chicas del PMU que decidieron venir sin sus hijos, los profesores JP y Gonzalo, Abraham y Alison de Servicio País. Entre todos hacíamos treinta y tantos.

Con Sebastián nervioso, por que ya teníamos un retraso de más de 30 minutos, Gabi nos confirmó que el salmón estaba listo e inmediatamente completamos los platos y servimos a nuestros comensales. La señora Raquel, al ver la mesa servida, comentó que nunca les habían venido a cocinar y que por eso no dudó en participar. Nos presentamos brevemente, todos queríamos comer así es que empezamos por eso. Mientras algunos comentarios de aprobación por la comida se escuchaban, nos tomamos la palabra para contar más en profundidad cuales eran algunas de nuestras motivaciones e historias sobre lo que nos trajo a esta pampa. Hablamos acerca del largo viaje que hicimos y sobre de qué manera podemos colaborar con la comunidad, dejando en claro que estamos para construir en colaboratividad con metodologías de trabajo horizontales para así propiciar cruces entre hacer comunidad y prácticas artísticas. Gabriela comentó sobre el menú, y varias coincidieron que la manera en que se cocinó el pescado era novedosa, y que no conocían ni habían escuchado sobre la preparación de las papas a la huaicaina. Las conversaciones fluían lento pero avanzaban, nos distribuimos de tal manera que pudiéramos estar atentos a las distintas situaciones que se podían tejer en la mesa larga que dispusimos con manteles negros, en un extremo de la mesa estaban Juana y las chicas de la junta de vecinos y el PMU. Gabriela estaba junto a los niños y profesores que asistieron, y Sebastián junto a las señoras Elvira, Raquel, Loreto y don Tito. Instalamos una pantalla en el improvisado comedor de la sede, se podía leer la frase que te recibe a la entrada de la villa: “Ñirrehuao, en donde el viento y la nieve son amigos de la soledad”. En primera instancia solo queríamos que estuviera al momento de entrar a la sede, en cierto modo subrayar esa descripción del territorio que habitan. La sobremesa fue nuestra excusa perfecta para instalar la primera reflexión, les pedimos de manera libre que nos cuenten como se relacionan con esa frase. En su mayoría la asocian a las condiciones climáticas del territorio, generando dinámicas que tienen estrecha relación con la intimidad de sus vidas. Esto hace que el desafió sea grande, pues queremos invitarles a salir, a reencontrarse como comunidad, a ser vecinos, a cuestionarnos juntos y repensar otras estrategias para comunicarnos. Ni bien encontramos un espacio de confianza comenzamos a instalar preguntas más colectivas que pudieran generar un diálogo entre todas y todos. ¿Qué es lo que más me emociona de Ñirrehuao?, abrimos la ronda para que todos lo mencionaran, arrancó Tito contándonos su relación con la escuela, el haber sido estudiante y hoy trabajar en ella es un hecho que le enorgullece. A Pascuala le emocionan los oficios, mayormente la pesca, a Alison el viento, Natalia y Valeska coinciden en la tranquilidad y seguridad, a Gonzalo la calidad del sentido comunitario, Raquel ama la naturaleza y Loreto se conecta con la paz de esta villa. Cada uno de los que estaban tenía algo que decir y quisieron compartirlo. Todos comimos lo mismo y en la misma mesa, uno a uno evidenciamos las diversas apreciaciones sobre este territorio. Coinciden varios con que falta comunicación entre ellos, siempre son los mismos los que asisten a las reuniones y se respira algo de nostalgia de los más ancianos que dicen no ser tomados en cuenta. El conflicto entre el club del adulto mayor y la junta de vecinos es evidente. Notamos que se refutan todo lo que dicen, notamos que falta escucha de ambas partes. Aún así, la conversación fluyó. Habíamos logrado juntar a personas que comentaron nunca antes haber compartido una comida con algunos de los presentes. Si bien dijimos en la sobremesa que es urgente armar estrategias de trabajo colaborativo por y para la comunidad, el desafío será que las partes de un todo quieran unirse en un fin común. Estuvimos casi 4 horas en la sobremesa, se hizo de noche y cerramos la jornada contentos. Conseguimos que Loreto, JP el profe, Gloria y Ali se motivaran para ayudarnos a planear el próximo hito culinario, esta vez sumando personas al equipo y así trabajar en algunas dinámicas que sean de ayuda para la articulación de nuevas formas de trabajar y relacionarse en comunidad desde un acto tan cotidiano como comer.

Las chicas de la junta de vecinos insistieron en que no limpiáramos, nosotros no estamos acostumbrados a dejar las cosas para el otro día, pero ante la insistencia accedimos. Al otro día llegamos a la sede y estaba todo ordenado, a modo de agradecimiento limpiaron por nosotros y fue un acto que nos conmovió. De verdad estaban agradecidos por la comida que pensamos, preparamos y compartimos. Durante estos días debemos ir a visitar a distintas personas que nos han invitado a tomar mate. “Toc-toc” es otro de nuestros hitos que trabajaremos aquí. Ahora nos toca salir a visitar y conocer a los vecinos desde la intimidad de sus hogares.

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