Antes de partir, con ese viento que no se sosiega en Huiro y sus alrededores, con los veraneantes repletando las playas de Chaihuín, con los churros y las empanadas, los kayaks en arriendo, las cabañas ocupadas, el kiosko con pastelitos, con un movimiento sin igual ni antes ni después en el lugar, me llevan a modo de despedida de paseo a Colún. Durante meses, nos han contado de la gran playa de Colún, que se extiende por varios kilómetros hasta llegar a la reserva que une naturalmente un camino medio olvidado hasta La Unión, y que a pesar de ser fin de semana y de lo colmado del turismo de verano en la zona, está tranquila, con uno que otro paseante, con vacas y caballos pastando y tomando agua, como si el tiempo se detuviera en el lugar. La atmósfera de la caminata que hacemos solo porque sí hasta la cascada y luego de vuelta por donde algunos tratan de pescar, nos resulta un poco de ensueño, rara vez el cielo está tan clarito y el agua asoma los kuarzos limpios de los esteros que bajan hasta la playa.
Instalados un rato con el ventarrón encima, mientras Niche intenta sacar algo de la pesca artesanal simple con carrete, me cuentan de cómo el 2010 el terremoto los pilló ahí mismo acampando una noche de luna clara, con la subida rápida tras el aviso para arrancar del tsunami que fue leve en esta costa. Arriba al salir, vemos otra vez el cartel de la entrada que explica ese portón fijo sin concenso que han puesto, como para impedir el paso de camionetas y motos que contaminen el ambiente y molesten a los animales del lugar. Colún, es parte de la reserva costera valdiviana, un lugar y entidad que paradójicamente, busca conservar, reservar y proteger flora y fauna nativa , pero que ha dedicado gran de parte de las tierras desde Chaihuín, Huiro y mas allá, a la venta de metraje de eucaliptus a diferentes compañías internacionales para la reducción de emisiones contaminantes: contaminando todo. Irónicamente, el cartel que pasamos por el rabo del ojo antes de irnos dice: “usted está en un área protegida, gracias por cuidarla”; y nos recuerda la contradicción que está presente en Chile y que mientras se imprimirá la publicación de Huiro, volverá a develarse en las calles de la ciudad.