A menudo se tiene la idea del dibujo como una destreza especial que convierte a aquellos más dotados y hábiles, en una suerte de futuros artistas. El dibujo, como hemos estado conversando con varios del grupo que participan en el proyecto, pareciera ser una prueba a la que hay que someterse para hacer arte. El talento, el aplauso o la felicitación, han dejado al dibujo libre en un lugar de miedo y desconfianza. Intentamos en un diálogo más abierto de incluir a más en esta práctica, buscando derribar ese mito que señala a la expresión artística a través del dibujo, como una suerte de testeo creativo que muchas veces a través de la mala calificación o el no reconocimiento escolar, extermina esa ansiedad por crear que la hoja en blanco trae consigo.
Los más pequeños del grupo se alzan rápido hacia los lápices y croqueras, y aunque no era la primera tarde que compartíamos dibujando, esta vez gracias a la conversación sobre la necesidad de la mano en el trazo, de soltar las vergüenzas y temores, se suman los jóvenes del grupo, algo ya persuadidos por la promesa de panqueques para la once. Revisando y recordando nuestras caminatas, algunos dibujan sus propias versiones de la lobería o caleta, mientras otros ya hacen más frecuente tomar el libro de flora nativa que tenemos en casa, y buscar las especies que nos rodean. El canelo y el coigüe que se ven desde el comedor entusiasman a dos más, e insólitamente trabajan esmerada y hábilmente en sus propias reproducciones, pensando en nuevos contenidos y material producido por el proyecto. De a poco, empiezan las preguntas sobre que resultará de todo esto, las ganas de dar a conocer lo que se está haciendo y cierta conciencia mayor sobre las necesidades de expresión en torno a Huiro, cómo transmitirlas y cómo hacer ver a otros menos interesados, y quizás prejuiciosos con lo que hacemos, el valor que a través del arte toma -o re-toma también- este territorio.
Mientras Rául y Cristóbal rellenan con manjar los panqueques, las últimas horas de la tarde se vuelven una metáfora más, entre la dulce conversación y nuevas ideas para nuestro Álbum de Huiro. Los días pasan, abren más posibilidades y pensamientos en el grupo, dejando en evidencia todo lo que este lugar lleva dentro, como un panqueque formado por la escusa de la línea, el trazo, la mancha y el dibujo, como masa, capaz de esconder en su envoltura, un mundo de libertad creativa dentro.