En la mañana del jueves fuimos al PMU para invitar a las chicas al hito, “Expresión en movimiento”, un espacio donde nos reencontraremos con el cuerpo y las múltiples formas de habitarlo. Estaban casi todas reunidas, faltaban solo cuatro, el resto, todas decidieron embarcarse en la propuesta.
Nos entusiasma que sea un grupo solo de mujeres, el espacio no es cerrado para hombres, pero así se viene dando y el desafío se vuelve aún más tentador, la resignificación del género que se da por defaultnos parece relevante. Las mujeres de la villa suelen pasar las semanas solas en casa con sus hijos mientras los maridos trabajan en el campo y regresan solo los fines de semana. Entendemos de igual manera que esta relación es parte de sus contextos y formas de vida ya adaptadas.
Así nos contaba Guadalupe, quien nos invitó a los mates en una de sus casas provisorias, el puesto de Ramón, su marido. Ella viene a la villa de lunes a viernes, ese mismo día regresa luego de finalizada su jornada con el PMU. Así han vivido hace tiempo, yendo de un puesto a otro dependiendo de la temporada del año y del recorrido de los animales que cuida Ramón.
Aprovechamos la tarde en un toc-toccon toda su familia. El nuevo puesto queda a 30 minutos en la carretera que te lleva al Gato. La casa negra, como ellos le dicen, la van a tener hasta fines de febrero, luego vuelven al puesto Azul, mucho más cercano a Ñirehuao.
Guada nos hizo sopaipillas para tomar los mates. Entremedio de esa preparación los niñes nos invitaron a conocer el río que quedaba supuestamente a 10 minutos, pero claramente era más y sin mencionar las caídas al fango que sufrieron algunos de los exploradores que llevamos en el camino.
En el trayecto Fabián nos contaba algunas de las aventuras que han vivido creciendo en esos enormes campos, Nicole al ser la única mujer entre tantos hombres tuvo que unirseles en los juegos, y los hombres hicieron un pacto para incluirla siempre, sino estaría sola.
Al regresar exhaustos arrancamos con las rondas de mates, Ramón servia los amargos y ella los dulces, llevan más de 20 años juntos, y él siempre ha trabajado de puestero, su trabajo consiste en proteger los animales en las hectáreas que le corresponden, bajo su cuidado tiene vacas, corderos y caballos. Él parecía serio al principio, pero en la charla se fue relajando, nos contó que siempre ha sido de la región y que de chico tenía un puma de mascota, lo amansó lo más que se pudo pero ya de grande lo tuvo que soltar, se ponía bravo para quien se le acercara.
Hoy en día sus jornadas son muy solitarias, arrancan con el alba y terminan con la noche, el fuerte clima en invierno lo hace inclusive más intenso.
En forma de agradecimiento por llevarla al puesto, Guada decidió regalarnos un poco de leña silvestre, agarró hacha y se puso a picar, entre todes juntamos y la metimos al auto.
Volvimos a la villa, pudimos entender de mejor forma esa dinámica familiar que ocurre cuando el hombre trabaja en el campo, y la mujer sostiene a la familia en la villa.
Esa misma noche tuvimos la primera planificación de Escuela pa` la calle, que arrancará el lunes por la mañana. Seran tres días a la semana. Esperamos que lleguen niñes.