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Residencia: Por las vías del tren Caldera, Atacama - 2018 Residente: Sebastián Vidal Campos
Publicado: 10 de marzo de 2019
Garza blanca

A las 9:30 de la mañana junto a Jenny (nuestra guía) y la Dani, partimos rumbo al humedal del que la bailarina de cueca tanto nos había hablado. La mañana estaba algo fría y el cielo totalmente nublado, lo que nos jugaba un poco en contra, ya que el objetivo de esta salida era poder fotografiar no solo la belleza del paisaje, sino también la inconfundible huella del hombre y la basura que deja en la naturaleza. Al menos esta fue la propuesta de Jenny para su colaboración en el fanzine. Idea a la que Dani se sumó.

La primera parada fue cerca de Bahía Cisne, donde teníamos de frente la Isla Grande de Atacama (que por cierto yo no tenía idea de su existencia). Ahí, en medio del desierto, nos encontramos con unas botellas tiradas, por lo que aprovechamos para sacar la cámara y empezar a hacer nuestras primeras fotos. Pero además de pasear y hacer fotografías (y por sumo interés de las chicas), aproveché de hacerles una pequeña clase de acercamiento a la “cámara fotográfica”. Y una vez hecho esto, les entregué la cámara y comenzaron a probar.

Volvimos al auto de la Jenny y seguimos en la ruta. El cielo poco a poco se iba abriendo, dándole un nuevo brillo al paisaje. Ya no teníamos señal de celular, de modo que no teníamos nada que escuchar en la radio, así que Jenny como buena guía, cada cierto tramo nos iba contando detalles e historias sobre los lugares que pasábamos. Antes había compartido con las chicas, pero salir las tres solas fue una buena instancia para conocerlas un poco más, sobre todo a la Dani, con quien no habíamos compartido mucho, de forma más personal.

Hicimos una segunda parada. En ese momento nos volvimos a encontrar con la basura del hombre. En el lugar, aprovechamos para sacar el “cocaví” que cada una había llevado. Y durante un rato, nos quedamos en el auto tomando té con la inmensa fortuna de tener el mar infinito frente a nosotras. Siempre es agradable compartir con personas y con mujeres que aman y respetan la Tierra.

***

El cambio en el paisaje fue evidente, pasadas algunas curvas, los colores del desierto desaparecieron y una gama de verdes predominaron a nuestro alrededor. Y tal cual como nos había dicho Jenny, el camino por el que íbamos era lo único que separaba el desierto del mar.

Así fue como llegamos al humedal de la playa Las Salinas, lugar donde el mítico e intervenido río de Copiapó desemboca en el mar, mezclando su agua dulce con la sal del océano, dando vida a este pequeño “oasis” (como lo llamamos cuando apareció en el camino). Pero allí no solo se mezclan las aguas, también se mezclan especies que habitan en zonas desérticas y las que viven en zonas marinas. La biodiversidad del humedal me parece un tesoro que debemos cuidar y proteger.

Hipnotizadas por su belleza, con la Dani nos quedamos un buen rato admirando el verde intenso del paisaje. En ese momento aprovechamos de sacar un hermoso artefacto fotográfico que un buen amigo me prestó hace un tiempo: una cámara análoga de formato medio. La idea era que juntas las tres, decidiéramos el encuadre ideal para la captura.

Así, de a poco fuimos avanzando por el humedal hasta llegar a una hermosa e infinita playa, donde recordé uno de mis lugares favoritos en la vida: la playa de Cucao en Chiloé. Rodeamos el humedal hasta llegar a un punto medio. Allí, entre todas las aves, resaltaba una hermosa garza blanca. La observamos en silencio hasta que tuvimos la mala ocurrencia de acercarnos para hacerle una fotografía. Dos segundos después, la garza voló lejos de nosotras y lejos del humedal. El encuentro fue corto, pero su belleza nos deslumbró por el resto del viaje.

Antes de irnos, montamos la cámara sobre el capó del auto y nos tomamos una foto las tres juntas. El viaje había cumplido su objetivo, era una mañana hermosa y rodeadas del desierto y la fuerza del mar, en medio de ese oasis verde, capturamos, no solo imágenes sino que también pudimos conectarnosycto fotogr del paisaje..

Supuestamente llegaríamos un poco más allá del humedal. Pero la belleza del lugar era tal, que nos quedamos pegadas más de lo presupuestado, lo que nos limitó (en tiempo) para poder seguir avanzando. La idea era salir temprano, ya que Jenny regresó a sus labores como educadora y tenía que adelantar planificaciones y pega para el día lunes.

De modo que emprendimos el camino de vuelta a Caldera, pero antes hicimos dos paradas: la primera cerca de la Playa Chorrillos; y la segunda, como para cerrar la temática fotográfica, la hicimos en un acantilado lleno de basura (que era esparcida por el viento). En el lugar, por todos lados que nuestros ojos miraran, había infinidad de deshechos. Nosotras tratamos de llevarnos la mayor cantidad, pero lamentablemente nuestras manos no daban abasto.

Para cerrar esta entrada de la bitácora, quiero agradecer en especial a mi querida Jenny por ser nuestra guía y por poner a nuestra disposición su auto. Y, claro, a la Dani por apañar a levantarse temprano, a tomar fotografías un día domingo nublado.

Por Aurora Rojas B.

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