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Residencia: Por las vías del tren Caldera, Atacama - 2018 Residente: Sebastián Vidal Campos
Publicado: 7 de febrero de 2019
Un pie de cueca en Playa Ramada, la Gruta del Padre Negro y la Población Chorrillos. Y el chungungo que vino hasta la vera

En una entrada anterior titulada “la cueca crece”, hablamos sobre los ensayos de la Jenny (educadora y miembro de la Agrupación Te Falta Calle) en la playa Ramada, y de su amor apasionado por la cueca.

Después de un mes de esos primeros ensayos a los que asistimos como grupo de residentes (yo fui en varias ocasiones anteriores a practicar mis cepillados), iniciamos las grabaciones de la cápsula audiovisual. Jenny se lo tomó bastante en serio. En total fueron tres jornadas de grabación que fueron co-dirigidas con ella. La primera fue en la playa Ramada, un primero de febrero. Allí la grabamos a pies descalzos, ensayando en la orilla del mar los ochos, las corraleras y los círculos que quedaron dibujados en la arena. Esa mañana de grabaciones se prolongó hasta pasadas las tres de la tarde.

Durante los descansos de la Jenny (que eran pocos), yo trataba de grabar a pilpilenes en vuelo (que me recordaban la costa del Seno de Última Esperanza), a unas pequeñas aves (cuyo nombre no conozco) que escapaban del oleaje y me evocaban un cortometraje de Pixar, y a las medusas que encallaban junto a las conchas de los moluscos. Hasta que los pies de Jenny volvían a chapotear y dibujar formas en el agua, al ritmo de Maihuén de Los Ángeles y otros grupos de cueca urbana. Reconozco que eché de menos en el setlist de la bailarina a músicos cuequeros como Daniel Múñoz y los 3×7 21, los Marujos, los Celestinos, el Baucha Araneda, el Torito Alfaro, los Tricolores, la María Ester Zamora, etc. Más de la onda brava y chora, como se canta y baila en el Barrio Franklin y en el Puerto de Valparaíso. Pero la Jenny nos explica, al final de uno de los ensayos (ya no recuerdo cuál), acerca de los tipos de cueca, los tipos de bailarines y las competencias que existen. Y como ella ha sido representante regional en campeonatos de cueca, en los que se baila con aperos, vestido de china, manto, botas, espuelas y sombrero de huaso, no es mucho lo que se le puede debatir en relación al género musical. Y aunque he conocido muchas personas que bailan muy lindo la cueca, creo que la Jenny es la más apasionada de todas.

La segunda jornada se llevó a cabo el 4 de febrero en la Gruta del Padre Negro, una pequeña capilla de piedra que se encuentra a la salida de Caldera en dirección hacia el balneario de Bahía Inglesa. El Padre Negro, Crisógino Sierra y Velásquez, fue un sacerdote colombiano (de piel morena) que vivió en Caldera desde el año 1925 hasta su muerte en 1945. A él se le atribuyen una serie de obras y mitos populares. Y es que su fama se la ganó como un peregrino que, de a pie y en su caballo, anduvo recorriendo puertos, pueblos y caletas de la región. En el lugar, a plena luz del medio día, Jenny se calzó sus zapatos y su falso (vestido de encaje blanco que va por debajo del vestido de china) y empezó a ensayar sobre las baldosas de la Plazoleta que engalana la entrada hacia la Gruta del Padre Negro.

La tercera y última jornada de grabación la realizamos el 7 de febrero en dos lugares de la población Chorrillos (Escenario Villa Las Playas y el Nuevo Espacio Entre Rieles). La cita fue con Jenny y Marco, pareja de baile de Jenny. Ambos se pusieron sus pilchas y tenidas de china y de huaso, y dieron una muestra de lo que juntos con horas de dedicación y ensayo, pueden lograr.

En resumen, la cápsula audiovisual pretende mostrar el proceso completo, en las distintas facetas de ensayo de la Jenny hasta la presentación del baile, una mañana en una población vacía. La bailarina se mostró muy motivada con el posible resultado del trabajo, un videoclip de 6 minutos de duración en el que veremos un pie de cueca completo, desde distintos ángulos y en distintos lugares (un tanto representativos de la localidad). Como grupo valoramos que su participación en el proceso haya ido in crescendo. Pero a nuestro parecer, la obtención de buenos vídeos no es a lo que vinimos. Y más allá de que hemos tratado de aterrizar y posibilitar lo más que hemos podido el trabajo colaborativo en la realización de las cápsulas, sin que éstas sean el fin único del proyecto, todavía tenemos dudas respecto de si hemos logrado transmitir el objetivo que nos hemos trazado. Esperemos que las dudas se despejen hacia el final de nuestra residencia y ojalá podamos sacar más conclusiones positivas que negativas.

Para cerrar esta entrada, voy a narrar (brevemente) una situación que vivimos en la primera jornada de grabación. Ya habíamos terminado de grabar y Jenny y Aurora conversaban en la arena relajadamente, mientras José y yo nos mojábamos los pies en la orilla. Estábamos en eso cuando divisé flotando lo que parecía ser un cachorro recién nacido. Mi pensamiento fue maldecir a quienes creí habían lanzado al mar el cachorro de una perra de la que nadie quiso hacerse cargo. Pero no fue así. Se trataba de un bebé de Chungungo, aún tibio, que el mar ahogó y arrojó hacia la orilla. La imagen es conmovedora. Pensamos en los esfuerzos por su conservación y nos preguntamos si acaso la influencia del hombre pudo haber hecho que esta pequeña nutria del Pacífico no llegase a conocer el océano. Allí estaba, sobre la vera del mar dando vueltas, flotando hacia la arena, quizá con el primer y último suspiro de sus pulmones ahora llenos de agua. Sus dedos, su cola, sus garritas, sus bigotes, todo como la naturaleza manda. Solo que sus ojos no pudieron abrirse.

Después de hacer algunos llamados y de repensar lo que haríamos con el cadáver del bebé chungungo, dimos con el número del SAG de Caldera. Una hora después de comunicarnos con ellos llegaron dos miembros de su personal hasta la playa. Les explicamos que los llamamos porque sabíamos que el chungungo es una especie en estado de conservación y que sería bueno que se supieran las razones por las que había muerto. Intuimos que habíamos cometido un error cuando metieron al pequeño gato de mar en una bolsa de basura y nos dijeron que llenarían una ficha y lo botarían al vertedero.

Un par de noches después, a propósito de la estupidez humana y la película “Hombre mirando el Sudeste”, comentamos el suceso con otros miembros de la comunidad. No me había acordado del pequeño chungungo en las últimas semanas. Pero al escribir esta entrada, vuelvo a preguntarme qué lo habrá llevado hasta la orilla.

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