Las abuelas del club van como avión y nosotres siguiéndoles el ritmo.
Nos vamos rapidito a almorzar después de “Escuela pa` la calle” y al toque arrancamos a la costura. Somos ocho en la casa/taller, el equipo creció, un necesario refuerzo nos llegó.
Reposamos la comida caminando, mientras cruzamos la plaza hasta llegar a la sede de “Las tres Marías” donde la cita es a las dos.
Así llevamos un mes y a estas alturas las abuelas se sienten activas y cómodas. Las vemos y sentimos organizadas, practicando juntas y remando pa´ un mismo lado, pero cada cual a su manera.
La Icha corta las telas, la Elvira plancha los bordes para que Irma y Nelly costuren. Son las que más le sacan el jugo a las máquinas, aunque la Irma siempre se tiene que ir rapidito. Su viejo, como ella le dice, tiene mal humor y casi ni ve, por eso nos cuenta que se va lueguito. Las demás dicen que es machista y le tiran tallas a la Irma para que despabile.
Esta semana llegaron dos mujeres nuevas al grupo, a mirar en qué estábamos, ellas también son del club pero no habían podido ir a los encuentros.
Observaron largo rato y nos percatamos que las demás estaban al ritmo de todos los días y que a ni una se le había ocurrido integrar a las que venían llegando. Natalie las motivó para que compartieran lo que sabían. Nelly agarró vuelo y se quedó toda la jornada compartiendo la máquina mientras las demás se turnaban en la otra.
Todo lo que se pueda seguir armando en el grupo es a partir de sus propias intenciones de darle continuidad al trabajo e involucrando a más mujeres.
Esta semana a pedido de ellas, comenzamos a serigrafiar las bolsas de tela, que fue la primera costura que hicieron. Habían visto el logo del valle de la luna que hemos usado como gráfica de la residencia y nos dijeron que les gustaba para las bolsas, así que fue la imagen que usamos. La mitad de las treinta bolsas llevarán la imagen creada del valle de la luna, mientras que el resto irá con un logo del club del adulto mayor que estamos creando con ellas.
Serigrafía nunca habían hecho, al principio estaban un poco reacias y creían que todo iba a quedar manchado con pintura, pero logramos animarlas, primero preparando los colores que querían y luego ellas mismas haciendo el ejercicio.
Terminaron estampando quince bolsas y quedaron alegres con el resultado. La producción colectiva cada día es más.