Nos invitaron al bingo bailable organizado por el comité campesino Cerro Mirador, el grupo está conformado por distintas personas de Ñirehuao y alrededores, que se dedican al trabajo en el campo. Hace veinte años formaron esta agrupación y cada tanto organizan actividades para reunir a las comunidades.
Partimos al medio día, al llegar nos encontramos con vecinos de la villa. Estas instancias, que no son muy frecuentes, hacen que uno también entre en la dinámica de considerar estos encuentros como “el evento social”, por lo que no se puede faltar.
Lo primero que vimos fue la jineteada de vacas, nos chocó el juego, nos puso hasta incómodos y debe ser porque no estamos acostumbrados o no nos parece divertido ver como se intenta botar al piso a una vaca entre varios hombres, y encima pegarle y asustarla.
Lo que sí disfrutamos fue la carrera a la chilena, incluso apostamos, le hicimos caso en dos vueltas a Guadalupe y resultó acertar con el caballo más rápido. Nos dijo que solo se fija en el caballo, que ahí está la fuerza y que quien galopa no condiciona el desempeño del animal.
El festín costumbrista tuvo lugar al aire libre, algunos decidieron acampar, otros estaban desde temprano, los niños armaban exploraciones por los alrededores y a ratos se turnaban para usar la cama elástica, mientras tanto todos esperábamos el bingo. Cuando llegó el momento de jugar, nos trasladamos a la carpa, ahí estaban dispuestas las mesas y bancas de madera para dar inicio al esperado juego.
Diez premios a repartir y el bingo se juega a cartón lleno. Se fueron primero los premios sorpresas, algunos vinos, un hervidor, un horno eléctrico, una radio, cincuenta mil pesos y los tan anhelados corderos.
No me di ni cuenta y estaba a dos números de ganar en una de las últimas cantadas, me mentalicé, llamé fervientemente al 2 y al 46, que eran los que me faltaban.
Salieron seguiditos y BINGO!. Suerte la mía y la de otra señora que también completó su juego. El premio era un cordero y dos litros de vino, de inmediato acordamos dividir el premio, medio cordero y un litro para cada una.
El cordero te lo daban vivo… decidimos hacernos a un lado y dejar a los que saben hacer lo suyo.
Terminado el bingo llegó el bailoteo, chamamé y cumbia a cargo de una banda en vivo. Ahora la carpa era la pista de baile y se entonaba a coro “Meta, meta, meta paisano meta. Meta, meta, meta paisana meta”
Bailamos como si lo que sonara fuera el último hit del momento, compartimos y reímos con los vecinos hasta pasada la media noche.
El camino de vuelta era largo, la noche estaba despejada, totalmente estrellada.