Si estuviera vivo, hoy mi padre cumpliría 56 años. Pero eso nos es muy relevante en este momento. Lo que sí lo es, es que hoy es la última actividad que tenemos con la comunidad antes de abandonar el territorio casi definitivamente. Fueron cinco meses de trabajo. Por mi parte, yo no me voy del todo. Me traslado prontamente a Copiapó y me quedo un tiempo más trabajando en la zona. Asumo nuevos desafíos vinculados a la educación artística en una Escuela de Vallenar, y a las Comunicaciones de una Fundación que trabaja con la infancia y la adolescencia. Además, continúo desarrollando “El Pasajero”, largometraje documental que espero ver terminado este año, mientras que José sigue en Tierra Amarilla natal, dedicado a sus ideas, y Aurora regresa a Santiago a continuar trabajando en “Amalia”, su hermoso e íntimo proyecto fotográfico.
Durante la residencia trabajamos muy poco con niños y niñas. Quizá me hizo falta un poco de aquello. Trabajar con el grupo etario que yo pensaba podría ser nuestro fuerte. De hecho, se había propuesto trabajar en la Escuela de educación artística, pero mi tardío arribo a la región dejó eso solo en el libreto.
En fin, hoy es la última actividad oficial que tenemos con la Comunidad y pintaremos un Mural en la Sede de MDU, que fue el lugar que albergó gran parte de las actividades y reuniones durante nuestra etapa de intervención. José Alfaro junto a un amigo graffitero lideran la jornada. La convocatoria no es muy buena. Llega la mitad de las personas que habíamos considerado. Lo notamos en la cantidad de comida que nos sobró. De todos modos, como grupo, decidimos no citar la actividad como un cierre definitorio. Por una parte, porque yo seguiré el resto del mes en Caldera (ordenando mi itinerario) y por otra, porque la despedida definitiva será durante la actividad de devolución hacia la comunidad, pactada para el día 17 de abril, donde haremos entrega de los Fanzines y realizaremos una Muestra de las Cápsulas Audiovisuales, los dos principales productos del proyecto.
Hoy destinamos la actividad a pintar un muro, que fue una decisión tomada en conjunto con miembros de la comunidad, como una de los tres productos del proyecto cuyo objetivo era relevar el trabajo de las agrupaciones y visibilizar a los artistas locales y sus distintas manifestaciones y expresiones artísticas. En este caso, fue la oportunidad del arte callejero del muralismo y el graffitti.
Mientras algunos pintan y otros cocinan, José Rojas y yo filmamos y fotografiamos la jornada. Detrás del visor de la cámara, viendo el lindo resultado del muro pintado, pienso en el real componente comunitario del proyecto. A los participantes se les propuso en una reunión tres posibles ideas para materializar el trabajo colaborativo. Los presentes en dicha instancia escogieron las tres propuestas que se plantearon. Pero finalmente, porque cada uno escogió en base a su interés y motivación personal, que era de lo más variada. Por eso a unos les seducía el Fanzine, a otros las cápsulas y otros querían pintar un muro. Pero también pienso que la elección se debió a poder aprovechar los “posibles recursos” que aportaría el proyecto. De hecho, recuerdo que en esa reunión después de más de 3 meses de residencia, un miembro de la comunidad apoyado por un profesional Servicio País, nos preguntó directamente si existía la posibilidad de que nosotros aportáramos “recursos” a las Agrupaciones. No recuerdo que contesté, pero volví a tratar de explicar el sentido de estos proyectos.
Sin embargo, como equipo asumimos el desafío de realizar las cápsulas, gestionar el mural y hacer un fanzine. Por tanto aceptamos realizar las tres acciones, entendiendo que los miembros de la comunidad habían trabajado durante tres meses junto a nosotros para poder ejecutar un proyecto de tal envergadura. Además, se suponía que todos y todas colaboraríamos en la ejecución de cada producto. Pero finalmente, eso no ocurrió de esa manera.
En ese momento pensamos que era un gran desafío poder unir los tres procesos en uno solo y asumimos la materialización de esta idea. Y aunque creo que a la luz saltarán los buenos resultados de cada una de las propuestas, abandono el territorio con la sensación de que más ganaremos en productos terminados, que en el levantamiento real de un proceso de creación conjunta. Pero como versa la canción: “no todo está perdido” y sé que también existen personas que “ofrecieron su corazón” en todos estos meses, por lo que, antes de la devolución y cierre final del proyecto, pongo todas mis fichas a “Mujeres que se miran”, el fanzine que Aurora Rojas realizó junto a un grupo de mujeres (4 de ellas principalmente, junto a sus dos hijas), que se despojaron de toda vanidad para autorretratarse, de manera conjunta, en un proceso que estuvo lleno de auto-descubrimiento, amor y aprendizaje.
El día de hoy convengamos que es solo la actividad de cierre de nuestra residencia formal en Caldera, y que en la jornada aprendimos un poquito más del arte del graffitti, que participaron menos personas de las que esperábamos y que los sándwich de carne mechada que hicieron la Aurora y la Anita María, estaban de maravilla.