Intentando llegar, adonde Huiro no deja llegar; esa trama más espesa en que vecinos se alejan y las intimidades se agigantan. Hacia el sur, más allá de la cancha un grupo rodea un ganado durante el día nublado y de llovizna permanente y suave. Las vacas deben quedar abajo, en la pampa cerca del roquerío después de playa Pelche. Busco a Yoanna y Raúl para conocernos y hablar de los animales, de los paisajes que los rodearon a ellos en su jornada y lo que el celular ha traído como práctica artística espontánea: la foto cotidiana. Ese cotidiano que se vive entre animales, con una relación mucho más allá de la domesticación, una pertenencia y unión única, una comunión entre la necesidad y el amor al campo como paisaje propio y por explorar a la vez. Al entrar está el resto de la familia, y su hijo, el más joven, se entusiasma al oírnos hablar de fotografía y se une al grupo de ejercicios creativos.
Las vacas que en la mañana habían llenado la casa de la residencia por fuera, dejaban al mismo tiempo el pensamiento del rodear como otra forma de acercarse a un lugar, como si lo que los vecinos de Huiro en su jornada y nosotros a través de la fotografía en la casa de residencia hiciéramos lo mismo, una suerte de analogía que a través de la mirada y la imagen se unen sin mayor pretensión que ese diálogo al habitar. Rodear, cazar, trasladar, abarcar, recorrer, investigar a Huiro desde el intercambio de experiencias mutuas, distintas, estrechas y complejas al mismo tiempo.