Junto a nuestra colaboradora Natalie, comenzamos los encuentros intensivos de costura con el club del adulto mayor que está conformado en su mayoría por mujeres. Alejandra quien es compañera de Gonzalo, profesor de la escuela, también se sumó a sociabilizar sobre la costura a máquina, por lo que entre ellas van guiando y enseñando a las abuelas sobre el uso de las máquinas mientras el resto del equipo acompaña y motiva las jornadas que son todos los días por la tarde.
Elvira que es la presidenta de la agrupación se encargó durante los días previos de invitar a todas y todos los socios para participar y trabajar en pro de la agrupación.
El primer día se dedicaron a realizar ejercicios de pulso y conocer los detalles de la máquina de coser, estaban nerviosas y tímidas, si bien las ganas de aprender estaban y desde hace mucho tiempo, nos tocó animarlas para que comprendieran que todo nuevo quehacer necesita del impulso genuino del ensayo y error.
Al pasar las horas vivenciamos la alegría de ellas al darse cuenta que podían hacer los primeros ejercicios, considerando que la mayoría no había tocado siquiera una de estas máquinas que estaban en cajas desde hace años. Como niñas se entregaron al juego y confiadas daban pie al pedal.
Al segundo día comenzamos a cortar y darle las primeras cocidas a las bolsas de tela que están haciendo, esto con el fin de elaborar material para poder participar en la fiesta costumbrista de la localidad con un puesto, acción que tenían en mente desde antes que las conociéramos. En ellas estaba la necesidad de gestionar la economía de la agrupación a través de la costura.
Durante los días siguientes avanzamos en las bolsas, sumamos los primeros cortes de las sábanas pues ya tenían unos encargos, no sabemos desde hace cuando, pero encargos ya tenían.
Aprovechamos los mates del tercer día para hablar sobre los valores de su trabajo, como no tienen experiencia en ventas, les comentamos sobre costos de producción y de cómo es importante que valoren la mano de obra, al principio les costaba asimilar eso, pues tienen incorporada la idea de que es un taller, para ellas es más importante reunirse y compartir, pero aun así no deja de tener valor lo que desarrollan en las juntas.
Nos gusta ver cómo se motivan cuando están juntas, avanzamos más rápido de lo que pretendíamos, para la semana que viene solo nos quedan detalles de las bolsas y avanzar en los manteles y sábanas que faltan. Después de tanto tiempo por fin están haciendo uso de sus materiales, se sienten útiles y eso para cualquier persona mayor es un sentimiento agradable.
Todos los días poco antes de terminar nos invitan a tomar mate, es en este espacio donde nos abrimos a una charla más personal, nos damos cuenta que en su mayoría los ancianos están más solos y que se sienten aislados de la comunidad, sienten que no los toman en cuenta, aun así ellas nos demuestran que son mujeres muy aguerridas y fuertes, teniendo una capacidad impresionante para afrontar las dificultades y para reinventarse.
Nuestros encuentros se basan en el intercambio continuo y necesario de saberes, oficios y experiencias. Tanto ellas como nosotros aprendemos, nos equivocamos lo remediamos y avanzamos.
Finalmente el taller ha sido una excusa para juntarnos, y hacer que la soledad de ellas sea menos prolongada, y al mismo tiempo dar valor y uso a los materiales que estaban guardados por tanto tiempo. Ahora las telas que nos mostraban cuando las conocimos están cortadas y dispuestas para la creación colectiva. Un grupo de viejas hermosas, como se hacen llamar ellas, viejas y valientes.